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INFOBAE: Maduro está a punto de perder una oportunidad histórica por sus negocios con Irán

El pasado 10 de junio, cuando el escándalo por los aviones iraníes en América Latina aún volaba bajo, Nicolás Maduro llegó a Teherán. Arribó tras una breve visita a Turquía. Una aeronave del Consorcio Venezolano de Industrias Aeronáuticas y Servicios Aéreos (Conviasa), que suele unir Caracas con la capital oriental con pocos pasajeros pero mucha carga, lo depositó allí. El dictador chavista estaba exultante en ese avión comercial matrícula YV3533. Tanto la empresa como la nave fueron sancionadas por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Mahan Airlines había transferido el vehículo a la empresa venezolana el pasado 15 de marzo. El heredero de Hugo Chávez está al tanto de todos esos detalles.

Ese Airbus A340-642 se muestra activo en toda la región latinoamericana. Estuvo cuatro veces en Argentina antes de que el Boeing 747 de la empresa venezolana-iraní Emtrasur fuera demorado en Ezeiza. Una vez voló desde La Habana, Cuba (28 de abril) y otras tres desde Caracas (2, 9 y 16 de mayo). La semana pasada fue Chile el país que lo recibió.

Una vez en Irán aquel 10 de junio, Maduro se sintió cómodo, como en casa. Se reunió con el jefe de estado Ebrahim Raisi, rindió tributo a Qassem Soleimani -el general acusado de terrorismo abatido en enero de 2020- y firmó múltiples acuerdos de cooperación en diversas las áreas con letra tan pequeña que muy pocos los entienden.

Desde allí, durante una entrevista agradeció al presidente argentino Alberto Fernández por haber sido su vocero en la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles frente a Joe Biden, pese a que la justicia argentina aún busca la manera de capturar y enjuiciar a los miembros del régimen de los ayatollah que participaron de los ataques terroristas ejecutados por Hezbollah contra la Embajada de Israel en 1992 y contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994. En ambos atentados murieron asesinadas un total de 107 personas. Al jefe chavista parece no importarle esa sangre inocente.

Pero al parecer tampoco le interesaría aliviar las sanciones de su país. Venezuela está a muy poco de conseguir normalizar en parte las relaciones con los Estados Unidos algo impensado meses atrás. Esto generaría un importante alivio para que le economía de aquel golpeado país con índices de pobreza extrema recobre impulso. Washington podría comprometerse a levantar sanciones y a permitir la libre comercialización de petróleo, algo que en el actual contexto internacional significaría una entrada de divisas extraordinaria no sólo para las arcas de Caracas sino, en definitiva, para su población.

Sin embargo, el acercamiento de Maduro con Teherán podría derribar esa oportunidad histórica. El sucesor de Chávez pone en riesgo el desarrollo de la economía venezolana y el futuro de su administración por sus vínculos con la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC, por sus siglas en inglés), organización considerada terrorista por la Casa Blanca.

El ejemplo del avión de Emtrasur inmovilizado en Argentina debería actuar como aviso de lo riesgoso que son los vínculos carnales que unen Caracas con Teherán. Los lazos de esa nave con la IRGC podrían provocar una catarata de nuevas sanciones en Venezuela. ¿En Buenos Aires también comienzan a ponerse nerviosos por una derivación semejante?

Es que el escándalo del avión no sólo impactó dentro del régimen chavista. Bolivia, Paraguay, Chile y Uruguay se vieron salpicados por los sospechosos vuelos amparados por Venezuela. Esos gobiernos sienten haber sido engañados y haber quedado involucrados en una trama de servicios secretos, grupos terroristas y tráfico de armas o posible material bélico. “Es más fácil confeccionar la lista de cosas que no subieron a esos aviones que el inventario de cosas que transportan”, ironizan en Caracas.

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