Finalmente será Kamala Harris, una exfiscal afroamericana, hija de inmigrantes, quien acompañe a Joe Biden como candidata a vicepresidente por el partido demócrata en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre en Estados Unidos.
De esta manera, Biden despejó una incógnita que había planteado el pasado 15 de marzo cuando indicó en un debate durante las primarias del partido que, de ser ungido como candidato, elegiría a una mujer para la posición.
Biden fue oficialmente elegido para enfrentar a Donald Trump en los comicios. Y desde entonces el arco político estadounidense -y mundial- analizaron los perfiles de las posibles elecciones. Harris siempre fue considerada una opción firme.
A lo largo de los años, la senadora construyó un alto nivel de conocimiento público a nivel nacional y una reputación de ser una funcionaria dispuesta a enfrentar a sus rivales republicanos, tanto aquellos en el Senado como el Ejecutivo de Donald Trump.
También ha sido una vocal defensora de los intereses y necesidades de las familias negras del país, especialmente durante la pandemia del nuevo coronavirus, por la cual se vieron proporcionalmente más afectadas -al igual que otras minorías como los hispanos- dadas las desigualdades estructurales en el país.
Harris llegó al senado en las elecciones legislativas de 2016, luego de una larga y exitosa -aunque también cuestionada- trayectoria como fiscal de distrito en la ciudad de San Francisco, y luego como fiscal general del estado de California. No obstante, nunca ocultó sus ambiciones de llegar a la oficina más importante del país.
De hecho, la elevada edad de Biden (tendría 78 años al asumir la presidencia, si la obtuviera) generaron un intenso debate acerca de la posibilidad de que su compañera de fórmula sea quien se alce con el liderazgo del partido demócrata en 2024.
En ese marco, Harris se vería en una posición privilegiada para intentar romper el último “techo de cristal” en la política estadounidense: que una mujer logre llegar a la presidencia.
“Mi madre me decía a menudo: Kamala, podrías ser la primera en lograr muchas cosas. Asegúrate de no ser la última”, le gustaba repetir a Harris durante su campaña para las primarias demócratas, a la que puso fin en diciembre luego de que esta no lograra despegar.
Desde el comienzo de su carrera, esta hija de inmigrantes de Jamaica y de India ha sido pionera.
Después de dos períodos como fiscal en San Francisco (2004-2011), fue elegida dos veces fiscal de California (2011-2017), convirtiéndose en la primera mujer, pero también en la primera persona negra, en dirigir los servicios judiciales del estado más poblado del país.
Luego, en enero de 2017, se juramentó en el Senado en Washington, convirtiéndose en la primera mujer con raíces en el sur de Asia en llegar a la Cámara Alta, y en la segunda senadora negra en la historia de Estados Unidos.
Harris conoce bien al candidato demócrata a la Casa Blanca, a quien a veces simplemente llama “Joe” en público, porque era cercana a su hijo Beau, quien murió de cáncer en 2015. De hecho, Biden le dedicó un párrafo a esa relación en el mensaje en el que reveló que sería su compañera de fórmula.
“Cuando Kamala era fiscal general, trabajó mucho con Beau. Yo observé como enfrentaron a los grandes bancos, ayudaron a los trabajadores, y protegieron a mujeres y niños de abusos. Estuve orgulloso entonces, y estoy orgulloso ahora de tenerla como mi compañera de fórmula”, expresa el mensaje.
No obstante, esa buena relación no se vio reflejada siempre durante la campaña presidencia. Harris sorprendió al atacar con virulencia a Biden durante el primer debate del partido, en 2019, cuestionando sus posiciones sobre políticas para acabar con la segregación racial en la década de 1970.
Entonces, Harris contó conmovida, cómo, cuando era niña, viajaba en uno de los autobuses que llevaban a alumnos negros a barrios blancos. El agrio intercambio con el exvidepresidente de Barack Obama la hizo disparar en las encuestas.
Pero a pesar de un inicio de campaña con bombos y platillos frente a más de 20.000 personas, rápidamente bajó en los sondeos, sin lograr definir claramente su candidatura.
Tras finalmente abandonar las primarias antes de las primeras votaciones en febrero, Harris anunció su respaldo a Biden en marzo.
Algunos aliados del exvicepresidente de Barack Obama no le perdonaron no haberse retractado lo suficiente de sus críticas y advertían que sería una compañera de fórmula demasiado “ambiciosa”, una apreciación considerada sexista por los partidarios de Harris.
Pero su experiencia en los poderes legislativo, judicial y ejecutivo y una personalidad que mezcla risa contagiosa y dureza como exfiscal, finalmente sirvió para vencer esos temores.
Harris creció en Oakland, en la California progresista de los años 1960, orgullosa de la lucha por los derechos civiles de sus padres: un profesor de economía jamaiquino y una india tamil, actualmente fallecida, investigadora del cáncer de mama.
Estudió en la Universidad de Howard, fundada en Washington para acoger a estudiantes afroestadounidenses segregados, y recuerda regularmente su membresía en la asociación de estudiantes negros Alpha Kappa Alpha.
Casada desde agosto de 2014 con Douglas Emhoff, abogado y padre de dos hijos, Kamala Harris pone a su familia primero: eligió a su hermana Maya para liderar su fallida candidatura a las primarias.
Por lo general mordaz con sus oponentes, el presidente Donald Trump había dicho en julio que sería «una buena elección» para Biden.
El magnate republicano “no tiene ni idea de cómo manejar o calificar a Kamala Harris”, reaccionó su portavoz cuando ella era candidata, Ian Sams. “Está desconcertado con mujeres fuertes como ella”.
En el Senado, Harris se hizo conocida por sus interrogatorios, a veces de tono incisivo, durante audiencias de alta tensión. Como candidata a las primarias, también había prometido “liderar la acusación” de juicio político contra Trump, la cual tuvo lugar entre finales del año pasado y comienzos del actual.
Pero su pasado como fiscal también le pesa en contra.
Desde Carolina del Sur hasta Michigan, los votantes negros y progresistas lamentan su reputación de haber sido una fiscal considerada como dura. Cuestionan en particular sus iniciativas como fiscal para castigar fuertemente los delitos menores que, según sus críticos, afectaron más que nada a las minorías.
Al reunirse con los votantes, su imagen cálida también contrasta con cierta rigidez, mostrando en ocasiones una falta de autenticidad.
“Algunos, especialmente entre los jóvenes negros, la ven como parte del problema, no como la solución”, advirtió David Barker, profesor de ciencias políticas en la American University en Washington.
Resta ver si ahora Kamala Harris logrará movilizar a este electorado potencialmente clave para alcanzar, junto a Joe Biden, la Casa Blanca.
Con Información de Infobae.com