El presidente francés, Emmanuel Macron, generó este miércoles indignación en Francia tras confesar su voluntad de querer «fastidiar hasta el final» a quienes no se vacunaron contra el covid-19, a tres meses de las elecciones presidenciales.
«A los no vacunados, tengo muchas ganas de fastidiarles. Y eso continuaremos haciendo, hasta el final. Es esta la estrategia», reconoció Macron en una entrevista concedida al diario Le Parisien y publicada el martes.
El mandatario liberal utilizó en francés el verbo «emmerder», un registro coloquial que sorprende en un jefe de Estado y que se puede traducir como «joder», «molestar», «fastidiar» o «complicar la vida».
Sus declaraciones desataron una tormenta en la clase política, desde la izquierda radical hasta la extrema derecha, y alimentaron su imagen de arrogante.
También contribuyeron a suspender de nuevo el debate en la Asamblea Nacional, donde el gobierno es mayoritario, sobre la aprobación de un pasaporte de vacunación que sustituya al actual pasaporte sanitario.
El ejecutivo quiere que esta nueva medida se aplique a mediados de enero en el país, inmerso en una severa quinta ola que el martes hizo que se registraran 271.686 nuevos casos en 24 horas, una cifra récord.
Si se aprueba, los mayores de 12 años sin vacunar no podrán ir a restaurantes, museos, gimnasios, cines ni usar ciertos transportes, aunque presenten un test de diagnóstico negativo de menos de 24 horas.
«No corresponde al presidente de la República escoger entre buenos y malos franceses», aseguró a la cadena CNews la candidata del partido derechista Los Republicanos a la presidencial, Valérie Pécresse, que se dijo «indignada».
Pécresse, a la que algunos sondeos dieron vencedora de la presidencial frente al actual mandatario tras su designación en diciembre, llamó además a los franceses a «poner fin al quinquenio del menosprecio».
Los presidenciables ultraderechistas, bien situados en las encuestas, tampoco dudaron en atacar la «violencia», en palabras de Marine Le Pen, del mandatario, que busca «existir en la campaña», según otro aspirante a presidente, Éric Zemmour.
La candidata socialista, la alcaldesa de París Anne Hidalgo, y el comunista Fabien Roussel cuestionaron su voluntad de «unir» a los franceses. El izquierdista Jean-Luc Mélenchon denunció una «confesión alucinante de Macron«.
– «Declaración de guerra» –
Desde su llegada al poder en 2017, este exbanquero y exministro, de 44 años, ha intentado borrar su imagen de político insolente cercano a las élites, si bien su mandato está salpicado de polémicas frases.
En una entrevista en diciembre, el presidente justificó estas controversias por su «voluntad de sacudir» el sistema, como cuando aseguró que en «las estaciones de trenes te cruzas con gente que ha tenido éxito y personas que no son nada».
Sus polémicas declaraciones sobre pobres o desempleados también sirvieron de catalizador durante las manifestaciones de los «chalecos amarillos» entre 2018 y 2019, que surgió tras un alza del precio de los combustibles, pero terminó siendo un movimiento de protesta mucho más amplio.
El politólogo Jérôme Fourquet descartó en la radio France Info que esta nueva declaración le pase «forzosamente» una factura electoral, pero advirtió del recrudecimiento de la tensión.
«Una parte de las personas no vacunadas pueden considerarlo como una especie de última provocación o como una declaración de guerra», dijo el experto del instituto de sondeos Ifop.
A Le Parisien, Macron explicó que más del 90% de los franceses ya se ha vacunado, pero que sigue habiendo una minoría en contra. «¿Cómo reducimos esta minoría? La reducimos, perdón por decirlo así, fastidiándola todavía más», añadió.
El mandatario francés busca frenar el nuevo pico de contagios antes de confirmar su candidatura a la reelección, algo que sus allegados, como el ex primer ministro Edouard Philippe, dan por hecho, pero que el jefe de Estado se resiste a anunciar.
Su predecesor en el cargo, el socialista François Hollande, renunció en 2017 a optar a un segundo mandato, en un contexto de muy baja popularidad. Hollande había llegado al Elíseo en 2012 tras derrotar al mandatario saliente, el conservador Nicolas Sarkozy.
AFP