Fidel Castro y sus sucesores no paran de sembrar el dolor, restringir las libertades y violar sistemáticamente los derechos humanos de miles de cubanos, en un espacio físico y de pensamiento en el que se usan todos los medios para anular las disidencias y la libertad de expresión.
Ya hace 62 años que este régimen dictatorial digita el día a día de los habitantes de la isla pero el presidente Alberto Fernández, ante los hechos de los últimos días, sostiene “Yo no sé lo que está pasando en Cuba” y, una vez más, como hace con la situación de Venezuela y Nicaragua, justifica su posición recurriendo al principio de no intervención para esconder la violación sistemática de los derechos humanos, desconociendo las demandas de quienes habitan ese suelo del Caribe.
¿Es que acaso tanto hemos cambiado que pasamos de ser una nación líder en la defensa de los derechos humanos a ser paladines en mirar para el costado? El presidente detrás de su falta de pronunciamiento contundente en contra del régimen, como lo ha hecho el primer mandatario de Uruguay, denota, por omisión, la complicidad con los opresores. Lamentablemente, el giro de 180° de la política exterior argentina, siendo amigos de los que torturan y persiguen, deja claro su opción patética.
Cuando hablamos de derechos humanos debemos entender, como ya destacaba Edmundo Vargas Carreño, que “los Estados no pueden invocar como un asunto de su dominio reservado el tratamiento que le dispensan a las personas sometidas a su jurisdicción y los Estados y las organizaciones Internacionales no dejan de cumplir con el principio de no intervención cuando adoptan medidas en contra de Estados que violan los derechos humanos, siempre y cuando dichas medidas sean compatibles con otras normas del derecho internacional”.
Pero nuestro país, nuevamente, esconde la cabeza frente a las alarmas de los organismos internacionales especializados. En este caso, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos destacó sobre los hechos en Cuba que “en su monitoreo, recibió reportes sobre uso de la fuerza, detenciones, agresiones a manifestantes y periodistas, además de cortes de la señal de Internet; así como, reacciones estigmatizantes por parte de altas autoridades contra personas que se manifiestan” y “llama al Estado de Cuba a cumplir con sus obligaciones de Derechos Humanos, en particular el derecho a la protesta; además, la reiterada recomendación de apertura democrática de la isla y el deber de compatibilizar la institucionalidad con los estándares interamericanos”.
En esa línea, lo que el presidente Fernández no parece entender, o prefiere usar la teoría del canciller Felipe Solá (el hombre que aseguró que para mantenerse en el poder “hay que hacerse el bol…) , es que las manifestaciones de estos últimos días surgen como iniciativa de movimientos de izquierda democrática que desde hace años vienen desnudando la estructura del régimen dictatorial y los fracasos de los planes económicos que no han hecho más que profundizar una crisis histórica. Desconoce la consigna “Patria y Vida” que fue abrazada por los cubanos tras su expansión a través de la música. “No más mentiras / Mi pueblo pide libertad, no más doctrinas / Ya no gritemos patria o muerte sino patria y vida / Y empezar a construir lo que soñamos / Lo que destruyeron con sus manos”, reza la lírica de esta canción que se convirtió en el himno de los oprimidos.
Siempre me conmovieron las Damas de Blanco, ese movimiento ciudadano cubano que integraron a mediados de marzo de 2003 las esposas, y otras mujeres familiares de disidentes que fueron encarcelados de manera injusta representando, a partir de allí cabalmente, al preso político, aunque el gobierno de la isla y sus adeptos los consideran aún presos comunes. Estas mujeres por años y en soledad reclamaban que los derechos humanos fueran respetados. Pero hoy ya no están solas, pues esa falta de libertad que siempre vociferaban oprime el pecho del pueblo cubano.
Todos ellos me recuerdan a Álvaro Conrado -un niño que luego de ser herido de bala por paramilitares afines al gobierno durante las protestas que se iniciaron en abril de 2018 en Nicaragua, decía “me duele respirar”, lema que luego fue tomado por los nicaragüenses para expresar la asfixia del régimen-. Los cubanos también empiezan a gritar que les duele respirar y prefieren enfrentarse con la autoridad que someterse a ella.
Mientras tanto, Alberto Fernández con fluidez dijo: “Los bloqueos le están haciendo un daño incalculable a Cuba y Venezuela”; lo que algunos pensamos es que el bloqueo mental/ideológico del kirchnerismo no solo le hace mal a nuestros países hermanos, sino a todos nosotros.