El Premio Nobel de Economía, Paul Krugman realizó una autocrítica en su última columna en The New York Times -donde escribe regularmente desde 2000- y señaló que no anticipó las dimensiones de la economía o de la capacidad militar de Rusia y explicó la dependencia que tiene Vladimir Putin no sólo del comercio global, sino también de los oligarcas que inundan con sus millones las ciudades más importantes de Europa y Estados Unidos. “Dos cosas han quedado claras. En primer lugar, Putin tiene delirios de grandeza. En segundo lugar, Rusia es aún más débil de lo que la mayoría de la gente, incluido yo mismo, parece haber creído”.
Krugman señaló en su artículo que el dictador de Muscó pretendía revivir los años zaristas y recrear la Rusia Grande que alguna vez fue. Pero, de acuerdo a su análisis, algo salió mal en los cálculos del ex agente de la KGB. “La resistencia ucraniana ha sido feroz; el ejército ruso ha sido menos eficaz de lo anunciado. Me han llamado especialmente la atención los informes de que los primeros días de la invasión se vieron obstaculizados por graves problemas logísticos, es decir, que los invasores tuvieron dificultades para suministrar a sus fuerzas los elementos esenciales de la guerra moderna, sobre todo el combustible”, indicó.
“La verdad es que fui generoso al describir a Rusia como una potencia incluso de tamaño medio. Gran Bretaña y Francia son potencias medianas; el producto interior bruto de Rusia es sólo un poco más de la mitad que el de ambas. Parecía sorprendente que un Estado con tan poco peso económico pudiera sostener un ejército de categoría mundial y muy sofisticado, y tal vez no fuera así”, admitió Krugman.
Además, para el Premio Nobel es posible que cuando todo termine quede al descubierto el verdadero poderío del ejército de Putin. “No me sorprendería que las autopsias de la guerra de Ucrania acaben mostrando que había mucha más podredumbre en el corazón del ejército de Putin de lo que se pensaba. Y Rusia está empezando a parecer aún más débil económicamente de lo que era antes de ir a la guerra”.
La economía rusa, incluso, es mucho más dependiente del comercio internacional y de las finanzas globales que las del resto de los países que se animan a desafiar a occidente violando derechos humanos y amenazando militarmente a otros países. No es el caso de Rusia. “La Rusia de Putin no es una tiranía hermética como Corea del Norte o, en su caso, la antigua Unión Soviética. Su nivel de vida se sustenta en las grandes importaciones de productos manufacturados, pagados en su mayor parte con las exportaciones de petróleo y gas natural”, subrayó. “Esto hace que la economía rusa sea muy vulnerable a las sanciones que puedan interrumpir este comercio, una realidad que se refleja en el fuerte desplome del valor del rublo del lunes, a pesar de un enorme aumento de los tipos de interés nacionales y de los intentos draconianos de limitar la fuga de capitales”.
Krugman, además, hizo referencia a la supuesta “fortaleza” que respaldaba las cuentas del Kremlin: sus musculosas reservas. “Antes de la invasión era común hablar de cómo Putin había creado una ‘fortaleza rusa’, una economía inmune a las sanciones económicas, mediante la acumulación de un enorme cofre de guerra de reservas de divisas. Ahora, sin embargo, esa afirmación parece ingenua. ¿Qué son, después de todo, las reservas de divisas? No son bolsas de dinero en efectivo. En su mayor parte consisten en depósitos en bancos extranjeros y tenencias de deuda de otros gobiernos, es decir, activos que pueden ser congelados si la mayor parte del mundo se une en la repulsa contra la agresión militar de un gobierno canalla”.
¿Y el oro, se pregunta el galardonado economista? “Es cierto que Rusia también tiene una cantidad sustancial de oro físico en el país. Pero, ¿hasta qué punto es útil este oro para pagar las cosas que necesita el régimen de Putin? ¿Se puede realmente llevar a cabo un negocio moderno a gran escala con lingotes?”, remarcó.
Por último, Krugman se refirió a otro dolor de cabeza que enfrenta Putin desde hace unos interminables días: las fortunas de sus cómplices multimillonarios que ven cómo sus capitales se congelan a medida que pasan los minutos. “Los oligarcas rusos han escondido la mayor parte de sus activos en el extranjero, lo que los hace susceptibles de ser congelados o confiscados si los gobiernos democráticos tienen la voluntad de hacerlo. Se podría decir que Rusia no necesita esos activos, lo cual es cierto. Pero todo lo que ha hecho Putin en el cargo sugiere que considera necesario comprar el apoyo de los oligarcas, por lo que la vulnerabilidad de éstos es su vulnerabilidad”, explicó.
“Como he dicho, Putin puede tomar Kiev. Pero incluso si lo hace, se habrá debilitado, no fortalecido. Rusia se revela ahora como una superpotencia Potemkin, con mucha menos fuerza real de la que parece”, concluyó Krugman.