La periodista Camila Acosta fue excarcelada este viernes sobre las diez y media de la mañana (hora local, cuatro y media de la tarde en España), según confirmó ella misma a este periódico, minutos después de dejar la estación policial Diez de Octubre y Acosta, donde estuvo detenida las últimas 64 horas, de las 96 que ha permanecido privada de libertad. «Ahora mismo me acabaron de soltar», confirmaba la periodista visiblemente eufórica por lo que ha visto y lo que ha vivido durante estos días de reclusión. La corresponsal de ABC en La Habana pasa ahora a la situación de arresto domiciliario, según le informaron antes de abandonar las instalaciones policiales. «Serán seis meses, lo que dure la investigación», matiza. Solo podrá salir para comprar lo necesario, «y no acercarme a un aeropuerto porque eso se entendería como una salida ilegal del país». La periodista desde hace más de un año está ya ‘regulada’, y no puede salir de la isla.
La detención de Camila Acosta ha provocado una oleada de solidaridad y de peticiones de liberación de todos los sectores, desde el mundo de la cultura y la comunicación a la política. El Ministerio de Exteriores español ha estado sobre el asunto desde el primer día y el propio ministro, José Manuel Albares, ha llevado personalmente una parte de las gestiones con las autoridades cubanas.
Acosta fue detenida el pasado lunes por grabar las protestas que tuvieron lugar el domingo en La Habana, y que habían prendido antes en otras ciudades de la isla provocadas por la crisis económica y sanitaria que sufre el país, así como la falta de libertades. Según confirmó su padre, Orlando Acosta, dos días después del arresto, la intención del régimen era procesarla por los delitos de «desacato» y «desorden público», al haber grabado vídeos durante las manifestaciones, y por, según ellos, instigarlas.
La propia Camila explicaba a este periódico que antes de excarcelarla el instructor le exigía que firmara un documento aceptando el cargo de «desorden público», que conlleva la sanción de una multa. «Yo me he negado porque no había cometido ningún delito. Solo ir a la manifestación para cubrirla, porque yo era periodista».
Sobre los días que ha pasado recluida, afirma que estuvo «tranquila. No sentía que estuviera perdiendo el tiempo. He entrevistado a mucha gente que también llevaron a mi centro. No puede imaginar la cantidad de gente que han detenido, y a la que han dado golpes. Golpes incluso a menores de edad. Y yo decía, esta es la razón por la que Dios me puso aquí, para entrevistar a esta gente. Yo tengo que contar esto».
Camila no ha sufrido maltrato físico, «dentro de lo que cabe, porque allí dentro eso es un campo de concentración. La higiene era pésima». En el primer centro de detención, en el que estuvo 32 horas, no compartió celda. Allí se negó a comer durante las primeras horas «hasta que me dijeran los cargos. Después me trasladaron».
La periodista fue detenida el lunes cuando acompañaba a su padre a hacerse una prueba PCR porque tenía previsto volar de regreso a EE.UU., donde reside, precisamente este viernes. En el camino fueron interceptados por tres agentes de la Seguridad del Estado, según explicó Orlando Acosta a este periódico a las pocas horas. Ese día fue traslada a la unidad policial situada en Infanta y Manglar, donde no pudo recibir la visita de ningún familiar, esgrimiendo una orden del Ministerio de Salud que prohíbe el acceso a los calabozos siguiendo los protocolos anti-Covid, ni realizar llamadas. Tampoco fue asistida por ningún abogado. Al siguiente, el padre volvió a la estación policial con objetos personales para Camila, y Orlando fue informado de que ya no se encontraba en ese centro.
A Camila la habían trasladado a la estación policial Diez de Octubre y Acosta, aunque a su padre en un primer momento le informaron que se encontraba en 100 y Aldabó. Esto demuestra el caos y la angustia que están sufriendo decenas de padres que no pueden localizar a sus hijos entre los cientos de detenidos durante las protestas.
En esta nueva reclusión, donde tampoco pudo recibir visitas ni hacer llamadas, compartió celda con otras detenidas, en un espacio ocupado por seis literas y con una letrina. El lugar estaba infestado «de mosquitos y hacía mucho calor». Ninguna usaba mascarilla, tras haber sido sometidas antes de entrar a la celda de un test de antígenos.
Dos interrogatorios diarios
Una vez en Diez de Octubre, Camila consciente de los cargos decidió empezar a comer: «Sabía que la investigación podía durar hasta siete días y necesitaba estar concentrada y alimentarme». En cuanto a los interrogatorios, asegura que «en ningún momento me sentí intimidada, estaba muy segura de lo que yo estaba haciendo. Eran ellos los que estaban cometiendo una injusticia».
¿Qué es lo más terrible que ha vivido durante las últimas horas?
Ha sido conocer experiencias de las reclusas. Había una madre con sus dos hijas, a las que detuvieron el día de la manifestación y que fueron duramente golpeadas. Todavía se podían ver algunos de los moratones. Entre las detenidas había otras mujeres que se habían acercado al lugar de las protestas por curiosidad y habían sido arrestadas, y sus familias no sabían dónde estaban. También se encontraba allí una embarazada, que pedía atención médica pero se la negaban. Se la dieron en el momento en que la pusieron en mi celda. Estaban muy preocupados sobre lo que yo podía contar sobre las condiciones de este sitio.
¿Eran conscientes de que usted iba a contar, una vez que estuviera fuera, lo que sucedía dentro?
Se lo dije cuando me aplicaron la sanción de arresto domiciliario, con la intención de que no hablara. Yo les dije que me fueran devolviendo a la celda porque yo iba a volver a la calle, y si había otra manifestación iba a volver a reportar.
¿Cuántos interrogatorios le han hecho durante estos días?
A partir de este miércoles fueron alrededor de dos diarios, de más de una hora, en los que me preguntaban sobre mi profesión, mi familia, la manifestación a la que acudí… Yo reconocí que fui y que grabé, e hice un directo para CubaNet. Ellos intentaron subestimarme, diciendo que no era importante, que no era periodista, que ejercía la profesión de forma ilegal, que no tenía contrato con ABC y CubaNet, y que incluso estos medios habían negado que yo trabajara con ellos. Que ABC había dicho que no tenía corresponsal en La Habana. Pero yo sabía que no era verdad, porque no soy nueva en esto de los interrogatorios. Sé que tengo que interpretar lo contrario de todo lo que ellos digan. También me presionaban para que pactara y firmara comprometiéndome a pagar la multa, que no lo hice, y por eso me aplicaron el arresto domiciliario. Algo que también me negué a firmar. Lo único que firmé fue el acta de mi liberación.
¿En algún momento ha pasado miedo?
Sinceramente, no. Pero sí es cierto que en un momento determinado, cada vez que traían reclusas nuevas, dudaba de ellas porque sé, por entrevistas a otras personas, que a veces envían a reclusos a dar golpizas (ese fue el caso del opositor José Daniel Ferrer el pasado año, cuanto estuvo seis meses encarcelado, según él mismo relató al salir de prisión). Me cuidaba mucho de eso. En los interrogatorios respondí a todo lo que me preguntaron, pero me calificaban de mentirosa, de manipuladora.
¿Esta experiencia la va a desanimar a seguir informando con independencia de lo que sucede en Cuba?
Por supuesto que no. Informar no es un delito. Yo voy a seguir ejerciendo mi profesión. No voy a dejar de reportar. Hay que seguir denunciando porque hay mucha gente todavía detenida, y sus familias no saben dónde están. Yo quería estar presa, porque era una oportunidad única para conocer lo que pasaba dentro, todas las historias. Pero sabía, cuando intentaban pactar conmigo, que la presión fuera era muy fuerte.
Acosta afirma que no pagará la multa que le quieren imponer «hasta que no me devuelvan todas las cosas que me han robado –dos ordenadores, teléfonos, una tablet, dinero, libros…–», durante el allanamiento de la vivienda de la que le acaban de desalojar. «Me pensaré si pago la multa, porque yo no he cometido ningún delito», insiste una y otra vez.
Camila Acosta no ha sido la única periodista que ha salido de prisión en las últimas horas. El medio independiente CubaNet informaba este jueves de la liberación de dos de sus colaboradores, Niober García Fournier y Rolando Rodríguez Lobaina, tras pasar más de dos días detenidos en la provincia de Guantánamo por cubrir las protestas contra el régimen que estallaron el pasado 11 de julio. Según el medio independiente, ambos han sido sancionados con una multa de 3.000 pesos.
Trabajo Especial de ABC