Cuando llegó a Washington, Joe Biden era apenas un treintañero. Casi medio siglo después – y con 78 años en su haber – el demócrata se ha convertido en el 46° presidente de Estados Unidos.
Tanto él como Kamala Harris, la primera mujer que alcanza la Vicepresidencia de la Unión Americana, asumieron las riendas del Gobierno este miércoles, 20 de enero.
A partir de ahora – y por los próximos cuatro años – los ex senadores se embarcarán en una agenda progresista que, sin caer en los excesos, conducirá a los estadounidenses por derroteros más liberales.
Biden, abogado de profesión, pero político de oficio, conoce bien la trastienda del Congreso y también la de la Casa Blanca.
Cinco términos como senador por el estado de Delaware y ocho años como vicepresidente de Barack Obama afinaron el pulso de quien debe recuperar la economía, luchar contra la Covid-19 y reimpulsar la influencia de Estados Unidos en una escala global.
Aunque menos carismático que el primer presidente afroamericano, Joe Biden tiene fama de dialogante y conciliador. Su fortaleza parece radicar en la empatía que logró desarrollar a raíz de tragedias personales.
Entre esos infortunios se cuenta la muerte de su primera esposa y de su hija, en 1972. También el deceso de su hijo Beau, quien falleció de cáncer en 2015.
Con todo, Joe Biden ha logrado sobreponerse. Su temple es de tal calado que, pese parón del último lustro presidencial, volvió a la arena política.
Su regreso fue tan impetuoso que aglutinó a un disperso Partido Demócrata, superó una campaña hecha en pandemia y defenestró a un Donald Trump que, a regañadientes, reconoció su derrota.