Durante años expertos y activistas digitales han alertado sobre peligros y excesos de Facebook y recientemente las autoridades de Estados Unidos parecen haber comprendido al fin la necesidad de abordar legislativamente esos problemas.
Ha sido, no obstante, una antigua empleada de la red social, Frances Haugen, la que con una filtración de miles de documentos internos de la empresa tanto a ‘The Wall Street Journal’ como al regulador bursátil y al Congreso, donde ha testificado este martes, ha confirmado las malas prácticas de la empresa de Mark Zuckerberg y los engaños y ocultaciones sobre el nocivo efecto de su funcionamiento, incluyendo cómo Instagram acentúa la inseguridad y la depresión entre niñas y adolescentes. Y ella ha sido quien ha puesto al gigante tecnológico en el que, por ahora, es su lugar más incómodo.
“El liderazgo de la compañía sabe cómo hacer Facebook e Instagram más seguros pero no harán los cambios necesarios porque han puesto sus astronómicos beneficios por delante de la gente. Se necesita acción del Congreso”, ha dicho Haugen en una comparecencia ante un subcomité del Senado donde, por una vez, el teatro político y las interpretaciones partidistas de los problemas de las redes sociales han quedado relegados ante la seriedad del reto que enfrentan la sociedad y los legisladores, que esta vez han llegado con los deberes hechos.
La ingeniera informática especializada en datos ha hablado con enorme compostura y contundencia armada no solo con su experiencia en el sector tecnológico sino, también, con lo aprendido en los documentos que se llevó cuando dejó Facebook en mayo tras dos años de trabajo en la compañía. Y la radiografía que ha quedado de la empresa de Zuckerberg, mientras sus responsables de comunicaciones intentaban minar la credibilidad de Haugen, es demoledora.