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Un hilo de agua potable, salvavidas en una zona de guerra de Ucrania

Por el tubo no sale más que un hilillo de agua pero para los habitantes de Lysychansk, una ciudad asediada del este de Ucrania, este pequeño manantial escondido entre los árboles es todo un salvavidas en medio de la guerra.

Artyom Cherukha se agacha y oye el silbido de los obuses por encima de él, entre las posiciones rusas y ucranianas, móviles, mientras rellena de agua varias botellas de plástico.

A unos pasos de allí, la cola de un misil «Huracán», del tamaño de un hombre, cuelga entre las ramas, por encima de un barranco tapizado de verde.

Cherukha, de 41 años, no parece prestar atención al conflicto que le rodea. Esta ahí, con los codos sobre las rodillas, esperando que caigan las gotas de agua.

«Siento una apatía total. Estoy moralmente vacío, por no hablar de mi estado físico», afirma, con voz monótona. «Estamos aquí sentando, contando las bombas».

 

– «Bombas en cualquier lugar» –

 

Varias ciudades industriales del frente este de Ucrania ya no pueden acceder ni al agua ni a los alimentos. En los sótanos, los habitantes (no se sabe cuántos) tratan de sobrevivir en unas condiciones cada vez más difíciles.

Antes de la invasión rusa, iniciada el 24 de febrero, Lysychansk, en la región de Lugansk, en el corazón del Donbás, era un importante centro de extracción de carbón, con unos 100.000 empleos y varias iglesias antiguas.

Las calles de esa ciudad fantasma están en ruinas y las carreteras de los alrededores están siendo bombardeas tan intensamente que las misiones humanitarias que abastecen la zona tuvieron que interrumpirse.

En más de dos meses de guerra, las fuerzas rusas fueron avanzando por esta región de Lugansk, cuyo gobernador no deja de instar a la población a dejar la zona.

Los escasos vehículos que circulan por las carreteras, a gran velocidad para evitar los disparos de cohetes y morteros, parecen estar destinados, sobre todo, a socorrer a soldados ucranianos heridos.

En esta situación, los pocos lugareños que se atreven a salir de sus refugios lo hacen para que les dé un poco el sol y rellenar sus botellas en el minúsculo manantial.

«Ya no hay agua en la ciudad. Venimos aquí porque es el único sitio» donde hay, explica con voz titubeante Andriy Tytyunkov, un soldador de 39 años.

«Pero cuando los bombardeos son verdaderamente fuertes, hay que quedarse dentro», añade. «Pueden caer [bombas] en cualquier lugar».

 

–  «Nada para comer» –

 

Varias generaciones de habitantes del norte de Lysychansk han acudido a esta fuente escondida a lo largo de los años: lo hicieron durante la Segunda Guerra Mundial y, más recientemente, en 2014, durante el conflicto con los separatistas del Donbás apoyados por Moscú en 2014. Y ahora de nuevo.

La administración municipal asegura que los daños infligidos a la red de abastecimiento de agua son «irreparables» y que no habrá agua en la ciudad hasta que termine la guerra.

Entretanto, esta fuente natural es su salvación, por imperfecta que sea.

Antes de salir, el agua penetra en la tierra, impregnada de productos químicos.

La región es una de las más contaminadas de Europa del Este. Un barranco cercano a la fuente está lleno de residuos tóxicos burbujeantes, procedentes de una de las muchas fábricas de la localidad.

«Tenemos que hervir el agua», explica Volodymyr Ivanov. «Parece bastante limpia, pero nadie la ha examinado directamente», afirma el exmarino, observando su botella a la luz del sol. «¿Quién sabe lo que lleva dentro en realidad?».

A la falta de agua se suma la escasez de alimentos.

«Ya no tenemos prácticamente nada», dice Artyom Cherukha, añadiendo que las últimas entregas de ayuda humanitaria se remontan a comienzos de la pasada semana.

«Aunque decida […] darle de comer a mis hijos solo una vez al día, solo tendremos bastante para tres días», afirma el hombre, padre de siete hijos. «¿Cómo le dices a tus hijos que no hay nada para comer?».

AFP