El centenario hotel Roosevelt en Nueva York reabrió sus puertas, después de tres años cerrado, como refugio para familias inmigrantes con niños y centro de operaciones. El cual ofrecerá atención médica y asistencia legal tanto a los recién llegados como a otros que ya están en refugios de la ciudad. Entre 600 y 700 inmigrantes están llegando diariamente a la ciudad, según el Ayuntamiento.
El pasado fin de semana, el alcalde Eric Adams informó que el Roosevelt se sumaría a los más de un centenar de hoteles que la ciudad paga para alojar a los inmigrantes. Además, que acogería el centro de operaciones que desde el pasado año ha estado en la Autoridad de Puertos (la estación de autobuses).
El primer autobús con los nuevos inquilinos del hotel llegó este sábado cerca de las siete de la mañana. Aunque otros inmigrantes llegaron por su cuenta al ahora refugio, ubicado cerca de la Quinta Avenida y de la estación del metro de Grand Central.
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Los recién llegados provenían de un autobús que partió de Texas, e hicieron parada en la Autoridad de Puertos antes de subir a otro autobús local que los dejó en el antiguo establecimiento.
Dentro de ellos, se encontraban Antonio Zapata y Rosalba Escalona, un matrimonio venezolano que llegó el jueves por la noche con sus dos hijas, sus respectivos esposos y sus nietos de cuatro, seis, siete, 10 y 13 años, acudió al hotel para pedir que trasladen a la familia desde los albergues a donde fueron enviados y poder estar todos juntos y en un lugar más tranquilo.
«Aquí estamos a la deriva porque no tenemos un sitio donde estar», dijo el matrimonio, que señaló que en el hotel hoy les instaron a volver el próximo lunes. Pero pese a todo se declaró esperanzado y agradecido «con el país y con Dios».
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La familia llegó desde Texas en un autobús tras cruzar la frontera y entregarse a los agentes de inmigración que, según Escalona, les trataron mal, culminando así una travesía de dos meses.
«Fue horrible, nos tratan como animales los policías en la frontera, a mis yernos los encadenaron ocho días. Mis nietos salieron de allí traumatizados», afirmó la inmigrante.
La mujer trabajaba en lo que podía en Venezuela mientras su esposo era obrero de construcción. Pero estaban desempleados cuando abandonaron el país caribeño, sumido en lo que describieron como una situación «caótica».
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La comida, dijo, «es carísima, y si no hay trabajo ¿Qué hace uno para comer? Mis nietos están desnutridos y por eso vinimos, además de la delincuencia. Nos quitaron la casa y nos amenazaron de muerte el mismo gobierno».
Desde agosto del año pasado, Nueva York ha recibido al menos 70 mil inmigrantes, de los que al menos 40 mil están bajo cuidado de la ciudad. Lo que ha provocado la saturación de los albergues públicos y los hoteles locales.
Con información de El Nacional