La crisis en Venezuela tiene múltiples facetas, pero ninguna carencia afecta más a las familias venezolanas que la escasez de agua, sobre todo en medio de la pandemia del nuevo coronavirus.
María es ama de casa y vive en Los Teques, una de las ciudades satélites de Caracas. A pesar de estar cerca de uno de los embalses que suministra agua a la capital, el servicio falla en su comunidad. «Pasamos hasta un mes sin servicio, y cuando llega viene con poca presión y no se llenan los tanques. El agua huele mal, es de color marrón; cuando la hervimos quedan sedimentos en la olla. Con esto de la cuarentena ha sido peor, ya no sabemos cuándo tendremos servicio, y nos dicen que nos lavemos las manos para evitar el contagio de coronavirus» explica María.
Juan Carlos, ingeniero, vive en Chacao, una urbanización al este de la ciudad de Caracas. El problema de la escasez de agua es una constante desde hace 5 años, dice. «Ya el dinero no alcanza para comprar cisternas. Aunque el alcalde está haciendo un gran esfuerzo para llevar cisternas a todo el municipio y está construyendo pozos, la situación es de extrema gravedad. Por un camión cisterna tenemos que pagar 60 dólares. Eso representa un gasto enorme para nuestro mermado presupuesto”, explica Juan Carlos.
En Cabimas, Estado Zulia, Ana María cuenta que la vida allí se torna cada vez más complicada. Además de los constantes apagones, la falta de agua es desesperante. «Aquí, no recibimos agua por tuberías. Nosotros somos cinco: dos adultos, dos niños y un adolescente. Reciclo el agua cuando lavo a mano, porque la lavadora me gasta mucho. El agua con jabón y la del enjuague la guardo para los baños, todo huele mal, a podrido. Pasamos hasta 15 días sin una gota, a la espera de que lleguen las cisternas que manda el gobierno. Las colas son interminables. El calor es desesperante y a uno no le queda ni siquiera un balde para bañarse porque la prioridad es cocinar” dice Ana María.
En su informe anual, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social registró un record de 1.777 protestas por falta de agua en Venezuela durante el 2019, una cifra que ha ido aumentando cada año a medida que se agrava la crisis del servicio. En el 2020, la cuarentena por el COVID-19 no ha frenado a las personas, que toman la calle para protestar por la falta de agua en los últimos meses. En el mes de mayo, el problema llegó a niveles críticos en la capital, donde una explosión en la sala de bombeo de uno de los principales sistemas de suministro dejó a gran parte de la capital sin agua.
Caracas está sin agua
El ministro del Interior, Justicia y Paz, Néstor Reverol, atribuyó la explosión al sabotaje causado por un ataque terrorista. Para solventar la crisis, Reverol anunció la llegada de 252 «súper cisternas» de las 1.000 que fueron compradas a China para incorporar en el Plan Nacional de Abastecimiento de Agua. Las cisternas estarán al servicio de las 188 comunidades que presentan fallas en el suministro. El ingeniero y expresidente de Hidrocapital (compañía estatal venezolana de abastecimiento de agua), José María de Viana, no valora la capacidad de las cisternas para abastecer de agua a una ciudad, y explicó que se trata de una estrategia de propaganda, ya que «el problema de las ciudades no es de tuberías. Si usted tiene más agua puede distribuirla por las tuberías, que es la forma más económica, más eficiente y más limpia para hacer llegar el agua a las viviendas. Esta opción de los camiones cisterna va a ser muy visible, pero no ataca en lo absoluto el origen del problema, que es que hay agua en los embalses mientras las ciudades están sedientas» señaló de Viana.
Para José María de Viana, el problema principal es la falta de mantenimiento: «Hay que destacar que en estos 20 años no se construyó una fuente nueva, sino que se contribuyó al deterioro de los sistemas de transporte», indica. «En el caso de Caracas, en este momento la ciudad recibe solamente 12.000 litros por segundo, y veinte años atrás recibía 20 mil litros por segundo, con la infraestructura existente para la época. Al tener todas las ciudades menos suministro que el que tenían hace veinte años, la forma de operarlo ha sido imponer unos sistemas rígidos de restricción en el abastecimiento, lo que llaman ‘racionamiento’, y eso es cada vez más intenso, más profundo, precisamente porque los procesos de deterioro electromecánico no se detienen y el deterioro continúa avanzando» agregó.
El deteriorado estado de los sistemas de distribución está afectando a comunidades en todo el territorio venezolano. Por una parte, continúa el expresidente de Hidrocapital, «el equipo técnico ha sido suplantado progresivamente por cuadros con bajo nivel de capacitación -y además con muy escasos recursos técnicos- para acometer el mantenimiento y reparación de las instalaciones. Todas las instalaciones de los sistemas de transporte de agua de las principales ciudades tienen distintos niveles de deterioro, tanto en las estaciones de bombeo como también en las aducciones.
Con información de DW.COM