En Venezuela, nueve de cada diez hogares encabezados por una madre soltera están en la pobreza, según un estudio de la firma ANOVA. Para subsistir, se ven obligadas a tener múltiples oficios; sin dejar atrás sus obligaciones como madres.
Desde hace un par de años, Yusmary Gómez quedó sola al frente de su hogar cuando su pareja decidió irse a Colombia en busca de un mejor trabajo que le permitiera enviarles dinero a ella y a sus dos hijos; pero la promesa no se cumplió.
“Te voy a ser sincera, a mí me ha tocado que a veces la comida no me alcanza para los tres y yo tengo que sacrificarme y les digo (a mis hijos) que no tengo hambre», cuenta Gómez, de 36 años.
Antes de que el padre de sus niños emigrara, Gómez era ama de casa, pero ahora, se gana la vida vendiendo golosinas cerca de su casa, en una barriada del oeste de Caracas. Ella es parte del 70% de las mujeres del país, que según la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), no tiene empleo formal.
«Me siento orgullosa de mí misma, porque, a pesar de todo, comiendo precariamente, porque a veces no comemos proteínas como es, no nos acostamos sin comer», relata.
“Tengo que sacar tiempo como sea”
Como cada viernes por la tarde, Adriana Bornacelli espera mientras su hijo practica béisbol en una academia infantil. Para pagar su entrenamiento, los estudios y el resto de las necesidades de sus dos niños, ejerce múltiples labores.
“Me dedico a vender sopas los fines de semana. Tengo un emprendimiento, realizo cejas, pestañas y depilación. En eso es que yo me puedo ayudar», destaca Bornacelli, de 31 años.
Cuando llega el momento de volver a casa, no hay tiempo para descansar.
«Muchas veces me acuesto tardísimo (…) A las 12, a la una de la mañana, porque el día no me alcanza. Son muchas cosas y no tengo ese apoyo. Tengo que sacar tiempo como sea para ellos”, dice Bornacelli.
La Encuesta de Condiciones de Vida, elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello, revela que las brechas entre hombres y mujeres se mantienen. Según el estudio, las mujeres se ven forzadas a reducir su jornada laboral o a renunciar a sus trabajos para apoyar a los hijos en las asignaciones escolares y – a la par- atender las tareas domésticas.
“Yo renuncié por un tiempo a mis estudios porque no tenía tiempo de ir a la universidad, tampoco tenía quien me ayudara a llevarlos a la escuela», añade Bornacelli.
Disponer de menos tiempo hace también a las féminas menos competitivas en el mercado laboral. De acuerdo con la ENCOVI, en el país las mujeres ganan, en promedio, 17% menos que los hombres.
Voz de América