Los precios de bienes y servicios en Estados Unidos aumentaron un 0.5% en enero respecto al mes anterior, según informó este martes el Departamento del Trabajo, pero la inflación cayó una décima, hasta el 6.4%, respecto a la tasa de hace justo un año. Esta bajada es inferior a la prevista por los expertos, que auguraban que llegara al 6.2%, lo que muestra un frenazo en las caídas de meses anteriores.
En términos mensuales, el alza de gasolina, alimentos y ropa impulsó la inflación en enero cinco décimas, mucho más que la décima de diciembre. Por el contrario, los precios de los billetes de avión apenas han variado de diciembre a enero.
En general, el informe de inflación mostró el patrón continuado de los últimos meses: los precios de los bienes, desde los muebles hasta los juguetes y los artículos deportivos, están bajando. Pero los precios de los servicios (restaurantes, espectáculos, dentistas, etc.) se están encareciendo más deprisa que antes de la pandemia y amenazan con mantener elevada la inflación.
El objetivo de la Reserva Federal, subiendo su tasa de interés de referencia a su nivel más alto de los últimos 15 años, es frenar el endeudamiento y el gasto, enfriar el ritmo de contratación y aliviar la presión que muchas empresas sienten al tener que subir los salarios para encontrar o mantener trabajadores. Las empresas suelen trasladar sus mayores costos laborales a sus clientes en forma de precios más altos, alimentando así la inflación.
Hasta ahora, la mayor parte de la ralentización de la inflación refleja una mayor fluidez en las cadenas de suministro y el descenso de los precios de los carburantes. Pero el aumento de las tasas de la Reserva Federal -ocho desde marzo del año pasado- no han tenido un efecto perceptible en el mercado laboral estadounidense, que sigue siendo excepcionalmente fuerte.
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