Antes de llegar a la frontera norte, cientos de migrantes se exponen a las extorsiones y la violencia.
Aunque hay varios caminos, la mayoría representa un peligro mortal para quienes se arriesgan a cruzar el país para cumplir el sueño americano.
En Tabasco, han dibujado un mapa en la pared que sirve para que los migrantes, puedan conocer cuáles son las zonas más peligrosas en donde pueden ser extorsionados o asesinados.
Cuando dejó de pagar las extorsiones exigidas por las pandillas en Petén, Guatemala, Jorge Mario recibió un balazo que le destrozó varias costillas y le dejó cierto grado de discapacidad motriz. Sobrevivió al atentado, pero no estaba dispuesto a exponerse más.
Junto a su esposa huyeron rumbo al norte. Llegaron al punto de entrada a Estados Unidos, en la frontera con México, el 8 de julio de 2019 y solicitaron asilo, pero se encontraron con el programa del gobierno estadunidense conocido como Quédate en México, por lo que se les envió a territorio mexicano, donde tendrían que aguardar a que la corte migratoria del vecino país definiera su caso.
Han sido 19 largos meses de espera en Tamaulipas, pasando hambre, desempleo, durmiendo en el suelo y otras dificultades, a la expectativa que su trámite en Estados Unidos se resuelva. Ayer, por fin cruzaron. “Es una luz al final del túnel, por fin tendremos una nueva vida”, dijo Jorge Mario en entrevista con La Jornada vía remota.
Ambos estuvieron en el primer grupo de 27 migrantes que entraron a Estados Unidos y que habían permanecido en el asentamiento de Matamoros, Tamaulipas. Sus casos estaban pendientes bajo el programa, llamado oficialmente Protocolo de Protección a Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés).
Las 27 personas pasaron por el Puente Internacional Matamoros, esto luego de cumplir con los requerimientos de las medidas implementadas por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), incluida pruebas negativas a Covid-19. Ahora esperarán en territorio estadunidense a que sus solicitudes de asilo se definan, y ya no en México, como los obligaba el gobierno de Donald Trump.
Vigente desde enero de 2019, el MPP fue emblema de la administración de Donald Trump para frenar los flujos migratorios. Sin embargo, con el giro en las políticas en materia migratoria que ha dado su sucesor, Joe Biden, se le pondrá fin, para lo cual se dará trámite a los 25 mil casos pendientes bajo ese programa, de la mano con el gobierno mexicano y con agencias humanitarias de la Organización de las Naciones Unidas.
Muchos de esos 25 mil migrantes se dispersaron por México, otros se mantuvieron en estados fronterizos y algunos más retornaron a sus lugares de origen. Desde el viernes pasado, inició el registro virtual de los casos pendientes para, una vez concluida la atención a todos, el programa en los términos establecidos por Trump sea cerrado definitivamente.
Como informó ayer La Jornada, debido a los altos índices de violencia en Tamaulipas, la administración de Biden prioriza en el proceso de atención a los MPP que se encuentran en el campamento de Matamoros, donde hay alrededor de 750 migrantes.
Gracias al apoyo y labor del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), así como del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), ayer ingresaron a Estados Unidos los primeros 27 migrantes que vivían en el campamento, entre ellos Jorge Mario y su esposa, quienes buscarán llegar a Kentucky, donde tienen familia.
Lejos de sentir envidia, las personas que se quedaron en el campamento –donde sobresalen pequeñas e improvisadas casas de lona— despidieron felices a sus compañeros. El hecho era una fiesta. De acuerdo con los residentes, había gran ánimo y, sobre todo, mucha esperanza de que pronto ellos también puedan llegar a Estados Unidos.
“Verlos partir rumbo al puente (fronterizo) fue una emoción muy grande. Es una victoria para 27 de los nuestros. Sentí muy bonito porque nos da esperanza al resto. Es una sensación que no se puede describir, te aprieta el pecho y lloras de alegría. Saber que podrán reunirse con su familia, hijos, hermanos, esposos. Todos hemos pasado por cosas muy duras, por eso no podemos envidiarlos, sino alegrarnos, festejarlo”, expresó Sylvia, de 35 años, también en entrevista vía telefónica.
Originaria de Honduras, Sylvia salió de su país con su pequeña hija el 6 de julio de 2019, huyendo de la violencia y la pobreza. Meses antes lo había hecho su esposo y su hijo. El haberse adelantado permitió que ellos lograran cruzar a California, pero la mujer y su pequeña no tuvieron la misma suerte.
El 14 de agosto de ese año cruzaron a Estados Unidos y fueron detenidas. Las encerraron por siete días, cuatro en una estancia migratoria estadunidense, a la que se refiere como “la hielera”, y tres más en el consulado de México. El 21 de ese mes las enviaron a Matamoros, donde no conocían a nadie, sin nada en los bolsillos. Meses después llegaron al campamento, donde encontraron apoyo, solidaridad y cientos de casos parecidos.
La mujer trabajó como cajera en una tienda de abarrotes, pero la propagación del Covid-19 la orilló a renunciar, pues es población de riesgo: padece asma. Sentía que en cualquier momento podía infectarse. La dureza de la situación la hizo pensar en arriesgarse a que su pequeña –que hoy tiene diez años— cruzara por el puente fronterizo sola.
“Una compañera y yo nos enteramos que a los niños no los regresan. Las autoridades de Estados Unidos los tienen que proteger y contactan a un familiar que viva allá para entregarlos. Mi niña no quería, pero la convencí, y la preparé para todo, lo que tenía que decir, que debía dar el teléfono de su papá, y demás. Lo logró, a los cuatro días las autoridades de allá contactaron a mi esposo y a los 28 se la entregaron”, relató la Sylvia.
Dice que desde entonces está atrapada en México, sola. Tras lo visto ayer, confía en que pronto pueda volver a abrazar a sus hijos y besar a su esposo. “El único delito que uno comete es buscar mejores oportunidades y una vida más esperanzadora para su familia”, expresó.
En la charla con este diario, Jorge Mario apenas puede articular palabra. La emoción y la ansiedad lo dominan. No puede creer que está a unos minutos de llegar a Estados Unidos.
No deja pasar la oportunidad para agradecer a todos los que lo apoyaron en el campamento, a los colaboradores de OIM, Acnur, Unicef y CICR, y “al presidente de México, pues como sea acá nos tuvieron y nos renovaban cada seis meses el permiso del (Instituto Nacional) de Migración. Pese a todos los riesgos y condiciones, pues seguimos vivos”.
Él, herrero de oficio, y su esposa no dejaron a nadie en Guatemala. Sus seis hermanos viven desde hace varios años en Kentucky. “Me habían insistido por años en venirme para acá, tuve que esperar (hasta que casi lo matan). Me dicen que como herrero seguro encontraré trabajo. Eso espero, sólo queremos algo mejor. Y ahora a esperar a que nos resuelvan lo del asilo. Tenemos mucha esperanza que la respuesta sea positiva”.
Desde enero de 2019, más de 70 mil migrantes, la mayoría de El Salvador, Honduras y Guatemala, tramitaron su registro para el MPP. De estos, 25 mil aún tienen sus procesos activos y serán quienes podrán cruzar a Estados Unidos, de acuerdo con la estrategia para poner fin al programa de la administración de Biden, lanzada en coordinación con autoridades de México. Este viernes, habrá ingresos por Ciudad Juárez.
De acuerdo con las agencias de Naciones Unidas que colaboran con el proceso, en los siguientes días, semanas y hasta meses se continuará con el proceso de registro de los migrantes pendientes del MPP y su ingreso gradual, el cual será decidido por el gobierno estadunidense.
Trabajo especial publicado en La Jornada.com