Inundaciones, sequías, derretimiento de glaciares. La multiplicación de desastres naturales vinculados al agua es ineludible pero los sistemas de alerta adecuados para prevenir a las personas más aisladas podría limitar el número de víctimas y los daños.
Hace un año, la ONU se impuso el ambicioso objetivo de que para 2027 cada persona del planeta fuera alertada de la inminencia de una catástrofe climática, un programa presupuestado en 3.100 millones de dólares.
«Hemos demostrado que cuando se invierte en estos servicios, se recupera al menos diez veces el dinero», dijo el jueves Petteri Taalas, director de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que se comprometió con motivo de la Conferencia del Agua a acelerar la puesta en marcha, empezando con desastres relacionados con el agua. Dichos servicios solo están presentes «en la mitad» de los países del mundo.
Las inundaciones y las sequías representan el 75% de las catástrofes climáticas, que se van a multiplicar por efecto del calentamiento.
El principio de los sistemas de alerta parece simple: evaluación de riesgos a partir de la recogida sistemática de datos, detección gracias a modelos de previsión meteorológica, preparación de la población con antelación y prevenirla cuando asoma el peligro para que adapte su comportamiento.
Y, según los expertos, funciona. Pese a las «inundaciones sin precedentes» que provocó el reciente ciclón Freddy en Mozambique, Malaui y Madagascar, «las alertas tempranas adecuadas combinadas con una gestión de la catástrofe en el terreno permitieron limitar el número de víctimas», aseguró Taalas.
Pero cada etapa y cada catástrofe potencial presenta sus propios desafíos.
Los climatólogos subrayan la dificultad de crear modelos climáticos fiables en muchas partes del planeta donde los datos meteorológicos son deficientes o incluso inexistentes.
– Campanas, sirenas o SMS –
Al final de la cadena, informar y preparar al 100% de la población es fundamental.
«Llegar a la población pobre, al último kilómetro, y hacer que actúen y se preparen es un gran desafío», dijo a la AFP Stefan Uhlenbrook, director del agua de la OMM.
Es ahí cuando interviene normalmente la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR), socio de la OMM en el terreno.
Para su secretario general Jagan Chapagain, Bangladesh es el modelo a seguir. Desde hace décadas, el país construye refugios resistentes a los ciclones y envía alertas a los habitantes más alejados, si hace falta «en bicicleta», dice a la AFP.
Aunque las campanas de las iglesias, los altavoces o las sirenas todavía se utilizan como alerta en algunos lugares aislados, la radio, la televisión y los teléfonos los están sustituyendo.
«Alertas por SMS pueden llegar solo a los habitantes en una zona de riesgo», señaló Ursula Wynhoven, representante de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Pero por el momento, «pocos países en desarrollo han puesto en marcha estos sistemas».
Y alertar a las poblaciones sin educación no basta.
«Cuando la gente entiende la lógica, funciona mejor», subrayó Jagan Chapagain. «Se necesitan entrenamientos regulares y simulacros», explicar las mejores rutas para evacuar o incluso enseñar a nadar.
Sin olvidarse de la evacuación de animales, «medios de subsistencia» de numerosas comunidades, agregó.
Pero en el caso de la falta de agua, nada de esto servirá.
«Las sequías son otra escala de tiempo», estimó Stefan Uhlenbrook, aunque los agricultores pueden anticiparlas.
Así, tras este invierno seco y templado en Europa, «no siembren si cultivan arroz en el valle del Po en Italia», aconsejó.
Es necesario que en algunos países se pueda cambiar de cultivo en el último momento para sobrevivir. Y ser prevenido a tiempo.
«Los avances de la ciencia climática permiten adelantar las previsiones en varias semanas, varios meses», indicó Sarah Kapnick, de la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), que se propone desplegar estaciones meteorológicas realizadas con impresoras 3D en todo el mundo.
«En los países en desarrollo con economías dependientes de la agricultura, los sistemas de alerta precoces basados en las previsiones estacionales son fundamentales para planificar la seguridad alimentaria.
AFP