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Opinión

César Batiz | 10 de enero: La esperanza de un bravo pueblo que busca la gloria

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Captura de pantalla

Esa imagen de la mañana del 29 de julio se quedó grabada en la memoria como una marca de vinotinto sobre la tela blanca. Solo habían pasado unas horas del anuncio de la supuesta victoria de Nicolás Maduro y estábamos en las horas finales del operativo Venezuela Vota que transmitimos desde la señal Youtube de El Pitazo, cuando apareció en la pantalla una calle de un pueblo al extremo más al norte de Venezuela.

Era una vía llena de polvo, con las paredes de las casas manchadas por el arenal abrasivo de la zona y un silencio que estrujaba la garganta para tratar de empujar las lágrimas. Se trataba de un sector de la Guajira, solitario, silencioso, como si una aspiradora, alimentada por electricidad proveniente de molinos de viento que solo existen en la mente, hubiera succionado la esperanza.

Luego de ese día vinieron las protestas, más de una veintena de homicidios y los más de 2000 presos arrojados a cárceles venezolanas sin derecho a nada, incluso sin importar la inocencia, la edad, la condición de salud física o mental y hasta la vida misma.

Desde el poder oficialista instrumentaron acciones para lograr efectos psicológicos, como el exilio de Edmundo González, la persecución a María Corina Machado y a otros líderes opositores hasta llevarlos a prisión, los pretendidos congresos internacionales para el apoyo a Maduro que no tuvieron el impacto esperado, la pretensión de ingresar a los Brics para buscar dinero, las carantoñas al presidente electo de EE.UU., Donald Trump, la campaña en contra del uso de la palabra veneka, la interpretación coral de empresarios que creen que se salvarán de la destrucción de la patria por ser genuflexos; y todo eso adobado por un terrorismo de Estado con la aprobación de leyes que nos retroceden al siglo XIX.

Nada de eso ha funcionado. Para el oficialismo lo más efectivo ha sido la fuerza como herramienta de administración de un poder que se ve más desnudo pese a las amenazas. Sí, Maduro y sus aliados detuvieron las manifestaciones masivas en las calles, pero no pudieron terminar de apresar la esperanza de ciudadanos convencidos, porque así se lo han demostrado, que el 28 de julio ganó Edmundo González.

De esta forma llegamos al 10 de enero con la esperanza, pero también con la incertidumbre, dos elementos que en estas horas venezolanas conviven de forma interdependiente, porque una depende de otra.

La esperanza del cambio, de la transición está en la conversación de la gente, en la idea-deseo de que algo pasará aunque no se sabe qué exactamente. Allí está la incertidumbre por esa falta de información que permita ver la claridad del alba.

Pero se aguarda que algo ocurra para enfrentar la única certidumbre anunciada para descrédito de quienes la informan: la toma de posesión de un Maduro rodeado por sus aparentes fieles servidores, quienes intentarán vestir su desnudez con el terror de máscaras negras, de armas largas, de drones, de colectivos reducidos en individuales clientelares, de la expresión de su propio miedo convertido en amenazas.

Mientras eso pasa en nuestro país, Edmundo González inició en Argentina su gira americana, repitiendo que llegará a Venezuela a pesar de la recompensa de 100.000 dólares por su captura; y María Corina Machado, como parte de esos movimientos coordinados, convoca a concentraciones en las calles de Venezuela el 9 de enero, manifestaciones que ella misma liderará a pesar de que está en riesgo su libertad, como la de los venezolanos que se sumen a la manifestación en las ciudades de nuestro país.

Este 9 de enero veremos la lucha entre el terror y la esperanza. Está claro, y así lo demuestran los procesos de transición en el mundo, que la presencia de ciudadanos en las calles exigiendo los cambios, paren transformaciones democráticas que suelen ser más sólidas que las impuestas con bayonetas.

Pero en todo caso, más allá de los resultados del 9 y el 10 de enero, la esperanza del cambio no se debe detener, porque ahora estamos más cerca de que ocurra de lo que, por ejemplo, nos encontrábamos antes del 22 de octubre de 2023.

Maduro no puede, con todo su arsenal de recursos físicos y psicológicos, detener la esperanza de un bravo pueblo en busca de la gloria.

Marcha 9 de Enero