El presidente Joe Biden será recordado como uno de los jefes de Estado más ingenuos en la historia de EEUU. Desde Irán hasta Cuba y Venezuela, rutinariamente Biden ha apaciguado a los adversarios de nuestro país, solo para optar por recompensar la agresión y criminalidad de estos regímenes. En el caso de la narco-dictadura de Nicolás Maduro, la estrategia del presidente Biden ha resultado totalmente, y como era de esperarse, contraproducente.
Consideren los acontecimientos de los últimos seis meses: Maduro ha reprimido violentamente a manifestantes pacíficos, amenazó con la guerra en contra de sus vecinos y ha acogido a grupos terroristas. Todo esto mientras no enfrenta repercusiones por parte de la Casa Blanca. En cambio, el presidente Biden le ayudó a Maduro a crear un fondo de asistencia para el régimen operado por las Naciones Unidas, también le quitó las sanciones al sector de petróleo, gas y oro. Y, la cereza del pastel, es que Biden liberó de una prisión norteamericana a un aliado esencial de Maduro y que es su testaferro, Alex Saab.
El presidente esperaba que estas recompensas a Maduro lo convencieran no solo de frenar sus políticas tanto agresivas como criminales, sino que también optará por permitir que Venezuela tuviese elecciones libres y justas el próximo mes. Pero, en una medida que no debería haber sorprendido a nadie, el narco-dictador, sabiendo que no enfrentaría consecuencias por ningunas de sus acciones utilizó la ganancia económica para consolidar su control ilegítimo en el poder y luego le prohibió a la candidata opositora, María Corina Machado, postularse en su contra.
Esto no tuvo muchos efectos para desanimar a la Casa Blanca. Lejos de responsabilizar al narco-régimen criminal, la Administración Biden está contemplando otorgarle un alivio adicional en las sanciones a Maduro.
Esto sería para las licencias específicas que necesitan las empresas de EEUU para hacer negocios en Venezuela. Dicha medida sería con la esperanza que mayores recompensas alienten a Maduro a hacer lo correcto. Los hechos, sin embargo, sugieren que estas concesiones tendrán el efecto contrario. Por un lado, Maduro, como todos los tiranos del mundo, está impulsado por su propio interés y sabe que no recibiría ningún beneficio (ni concesiones de EEUU) si cediera el poder a un sucesor electo democráticamente.
Además, Maduro ha violado tantas veces su palabra de permitir que Venezuela tenga unas elecciones libres y justas que su compromiso actual de hacerlo es absurdo. En todo caso, deberíamos suponer que, salvo un golpe de Estado por parte de integrantes del narco-régimen, el narco-dictador no tiene ninguna intención de dimitir. El mes pasado, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela, elegido por los secuaces más cercanos a Maduro, le revocó una invitación a la Unión Europea para que envíe observadores internacionales a los próximos comicios presidenciales.
La razón de esto es simple: sin transparencia, al Consejo le resultará más fácil manipular las elecciones y sus resultados a favor de Maduro. Por supuesto, las encuestas de opinión pública muestran que el nuevo candidato de la oposición, Edmundo González, quien es respaldado por María Corina Machado y que cuenta con su apoyo, vencería a Maduro en una contienda justa. Pero Maduro está posicionando a la oposición para que asuma la responsabilidad de la venta forzosa de CITGO, la compañía petrolera estatal de Venezuela, la cual se encuentra endeudada por la incompetencia de la narco-dictadura. Estas acciones demuestran que Maduro, consistente de su propio historial, ya está jugando sucio para mantenerse en el poder ilegítimamente una vez más.
Todo estadounidense debería esperar que Venezuela regrese a la libertad y la democracia. La forma de lograrlo es exigir que los observadores internacionales supervisen las elecciones y formen una coalición de naciones para rechazar los resultados de una elección defectuosa, ya que el régimen carece de todos los mecanismos para tener una elección libre y justa. Sobre todo, la Administración Biden debe decirles a Maduro y sus secuaces que Venezuela no recibirá ni un centavo de dinero procedente de los EEUU si toma la decisión equivocada. Lamentablemente, la administración no ha tomado ninguna de estas medidas. Continúan seguir impulsando su estrategia de apaciguamiento.
Como dijo Winston Churchill: “Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él”. Esa no es la base para una política exterior consecuente.
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