Al mirar hacia atrás en este año que hemos pasado en la embajada Argentina en Caracas, mas como un preso y un rehén de la dictadura de Maduro que como un asilado político, me embarga una mezcla de reflexiones y emociones.
La lucha de los cinco opositores venezolanos a la tiranía de Nicolás Maduro y sus cómplices que, como yo, han buscado refugio tras el peso de un régimen que silencia las voces disidentes, se convierte en un símbolo de resistencia frente a las aberraciones del poder asaltado por esta cuerda de redomados opresores que se lucran obscenamente del poder.
Desde el primer momento en que decidimos ingresar a esta sede diplomática, la incertidumbre nos acompaña.
Sabíamos que estábamos desafiando no solo un régimen opresor, sino también un sistema internacional que, a menudo, parece mirar hacia otro lado cuando se trata de la violación de derechos humanos.
La decisión de buscar refugio ante la brutal represión del régimen, de abandonar a nuestras familias y amigos, fue desgarradora. Sin embargo, fue una decisión necesaria para poder seguir luchando por un futuro más justo y libre para Venezuela. A lo largo de este año, hemos enfrentado retos inimaginables.
Desde la angustia de no saber si volveremos a ver a nuestros seres queridos, hasta la lucha constante por sobrevivir sin servicio eléctrico, sin agua corriente, sin una alimentación adecuada, sin medicinas y permanentemente acechados por los sicarios de la dictadura.
Pero, en medio de la adversidad, también hemos encontrado solidaridad.
Hemos estado en contacto con miles y miles de personas de diferentes partes que, al igual que nosotros, han oído el llamado de la justicia y han decidido actuar.
El asilo político en una embajada no es solo un refugio físico; es un espacio donde las voces clandestinas pueden alzar el vuelo.
A través de foros, entrevistas y redes sociales, hemos compartido nuestras historias, nuestro sufrimiento y sobre todo, nuestras esperanzas.
Cada palabra que sale de nuestras bocas es un grito por la justicia y una reivindicación de nuestro derecho a ser escuchados y vivir en un pais libre y democrático.
Este año ha sido un recordatorio de que la lucha por la libertad no se detiene.
A pesar de estar en casa ajena, cada día nos esforzamos por mantener viva la llama de la resistencia.
Hablamos por aquellos que no pueden, por aquellos que sufren bajo el peso de una dictadura cruel y corrupta, por los presos políticos y por aquellos que han perdido la vida en esta lucha.
Al conmemorar este primer año de asilo, me siento agradecido, pero también lleno de determinación.
La misión de los cinco opositores presos en la embajada Argentina en Caracas bajo la bandera de Brasil, y la de todos los que luchan por un futuro mejor, continúa.
Nuestros corazones laten con la esperanza de que un día, muy pronto, Venezuela será un país renovado y libre, donde el respeto por los derechos humanos, la democracia y el progreso no serán solo unos ideales, sino una realidad palpable.
El camino es largo y desafiante, pero hoy, reafirmo mi compromiso de seguir peleando.
Juntos, somos una voz inquebrantable que resuena más allá de las fronteras, un testimonio de que la lucha por la libertad siempre encontrará su camino.