Rusia afirmó este martes que retiró los cargos contra el grupo paramilitar Wagner, que protagonizó una rebelión contra las autoridades rusas el pasado fin de semana, y aseguró que prepara la transferencia de sus armas «pesadas» a su ejército.
El grupo Wagner, cuyo jefe, Yevgueni Prigozhin, fue calificado de «traidor» por el presidente Vladimir Putin, no confirmó que fuera a entregar sus armas a las autoridades. Tampoco está claro qué tipo de equipamiento se vería afectado por esa medida.
El presidente Putin, confrontado a su peor crisis desde que llegó al poder hace dos décadas, señaló en un discurso el lunes que había evitado un «derramamiento de sangre» durante la sublevación de 24 horas que terminó el sábado por la noche.
Denunciando una «traición», Putin sostuvo que los combatientes de Wagner podían regresar a sus casas, incorporarse al ejército o instalarse en Bielorrusia, cuyo dirigente, Alexander Lukashenko, ejerció como mediador en la crisis.
Algunos analistas vieron en este inusual gesto de clemencia una muestra de debilidad del presidente ruso.
Un análisis que el Kremlin rechazó tajantemente.
«No estamos de acuerdo», señaló el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, citando «discusiones vacías» que «no tienen nada que ver con la realidad».
«Estos acontecimientos han demostrado hasta dónde la sociedad se consolida alrededor del presidente», abundó.
En cambio, Lukashenko, aliado cercano de Putin, consideró que la rebelión era el resultado de una mala gestión de las rivalidades entre Wagner y el ejército ruso, que no dejaron de aumentar en los últimos meses.
«La situación se nos fue de las manos, luego pensamos que se resolvería pero no se resolvió», declaró Lukashenko a la prensa. «No hay héroes en esta historia», agregó.
En un aparente intento de pasar página, el Ministerio ruso de Defensa afirmó este martes que «están en curso preparativos para transferir al ejército los equipamientos militares pesados de Wagner a las unidades activas de las fuerzas armadas» rusas.
Con una medida así, se neutralizaría, en la práctica, al grupo Wanger, cuyo jefe afirma sin embargo haber iniciado su revuelta para «salvar» a esa organización, en riesgo de ser absorbida por el ejército el 1 de julio.
– ¿Dónde está Prigozhin? –
El multimillonario Yevgueni Prigozhin no ha vuelto a aparecer en público desde que terminó el motín fallido, el sábado por la noche. En una grabación de audio divulgada el lunes negó haber querido «derrocar el poder».
Algunos medios bielorrusos informaron que un jet privado de Prigozhin aterrizó el martes por la mañana en Bielorrusia, pero ni las autoridades ni el propio Prigozhin lo confirmaron.
En una muestra de que Prigozhin y el Kremlin llegaron a un acuerdo, los servicios de seguridad rusos (FSB) anunciaron el martes que retiraban los cargos contra Wagner por «alzamiento armado».
Según el FSB, quedó comprobado que los participantes en la rebelión «pusieron fin a sus acciones para cometer un crimen». A causa de ello y de «otras circunstancias» no precisadas, «se decidió abandonar los cargos», explicó la fuente.
Un actitud indulgente que contrasta con la implacable represión contra cualquier opositor o persona anónima que denuncie la ofensiva militar en Ucrania, y más teniendo en cuenta que el propio Putin reconoció el lunes por la noche que en la rebelión murieron pilotos del ejército ruso.
En un sólo día, los combatientes de Wagner, fuertemente armados, tomaron el control de sitios militares y recorrieron cientos de kilómetros en dirección a Moscú.
Una situación que llevó a Lukashenko a ordenar a su ejército que se mantuviera «preparado para el combate» cuando estalló la rebelión, según dijo el mandatario bielorruso este martes.
Algunos analistas también estiman que la sublevación podría debilitar a las fuerzas rusas en Ucrania y que podría beneficiar al ejército de Kiev en su contraofensiva.
Pese a la conmoción, las autoridades rusas intentaron el lunes dar una imagen de normalidad en el país, suspendiendo las medidas de seguridad reforzada que habían decretado en Moscú y en varias regiones.
AFP