Este miércoles tres septiembre regresó en la portada digital de la Revista People en Español, concediéndoles una entrevista exclusiva con lujo de detalles.
“Perdí mi paz interior, el amor que le tenía a mi familia, a mi trabajo. Poco a poco me fui sumergiendo en el fango oscuro del alcohol y las drogas, viviendo todos los excesos posibles habidos y por haber”, cuenta en exclusiva a People en Español Amaya, quien vivió durante meses escondido entre la gente en Europa, Centro y Sudamérica, usando gorras y barba larga para no ser reconocido. “Estuve mucho tiempo solo, haciéndole mucho daño a mis seres queridos, a mis amigos, a mis compañeros y al público también”, añadió.
Fue precisamente a sus seres queridos a quienes el actor mexicano pidió auxilio cuando tocó fondo hace ocho meses. “Estaba en mi estudio y de repente recibo una llamada. [Era Rafael]”, cuenta el compadre de Amaya, el cantante mexicano Roberto Tapia, que de vez en cuando tenía noticias del actor cuando este lo llamaba de diferentes números para no ser encontrado. “Me dijo: ‘Compadre, necesito ayuda, ya no puedo”.
Sin pestañear, Tapia unió fuerzas con la hermana del galán, Fátima Amaya, y con su mánager, Karem Guedimin, quienes durante meses habían rastreado cielo, mar y tierra sin poder encontrarlo. Juntos prepararon un plan para rescatarlo: con la excusa de que habían proyectos jugosos para él esperándolo en Sinaloa, México, lograron convencer al actor de que regresara —y una vez ahí lo internaron en una clínica de rehabilitación. “Mi compadre estaba en malas condiciones, pero deseando que alguien lo ayudara”, recuerda Tapia, quien para evadir a la prensa condujo 24 horas desde Culiacán, Sinaloa, hasta Acapulco, Guerrero, donde se encontraba Amaya. “En el coche [de regreso] él venía llorando. [Yo] le estaba haciendo ver todas las cosas chingonas que tenía en su vida y [que] las estaba tirando [por la borda]”.
A lo largo de su vida Amaya parecía haberlo tenido todo, incluida una fama mundial, gracias a su papel de Aurelio Casillas en El señor de los cielos. “Soy un ser humano, no soy un robot. Me dejé llevar por el alcohol, las banalidades”, confiesa arrepentido Amaya, quien tras gozar de las mieles del éxito creía firmemente que si la gente que lo rodeaba no tenía autos lujosos y yates, no estaba a su nivel. “Estaba cegado por el manto oscuro de la drogadicción”.
A Amaya se le cayó la venda de los ojos cuatro meses después de ser ingresado en la clínica de rehabilitación Baja del Sol del exboxeador mexicano Julio César Chávez, de la que Carlos Appel, primo hermano de Amaya, es el director. “Cuando llegó, la verdad no le quisimos decir a Rafa, pero sí llegó un poco sicótico, todavía creyéndose el señor de los cielos. Pero pasaron los días y ahora meses, y la evolución de Rafa ha sido increíble”, cuenta Chávez, quien también ha combatido sus propias adicciones. “Es un hombre noble. Como todo ser humano, tenemos errores en la vida. Lo difícil no es caer, lo difícil es levantarse y eso hay que valorarlo”.
Hoy, Amaya pone todo en una balanza y valora lo positivo más que nunca. “Estoy profundamente agradecido con todas las personas y con Dios, que es el que tiene las riendas de mi vida y [las] ha tenido —solo que no me daba cuenta porque estaba anestesiado y no sentía nada”, asegura. “Con todas las bendiciones que se han presentado otra vez siento que renací. Tengo fe, tengo amor, esperanza, planes”.
De sus planes futuros, su proceso de sanación y del sueño de volverse a enamorar, Amaya habló largo y tendido con People en Español.
¿Por qué decidiste alejarte de tu familia, amigos y la televisión?
Básicamente perdí muchas cosas, perdí mi paz interior, el amor que le tenía a mi familia, a mi trabajo. No quería ningún tipo de compromiso con nada ni nadie. Estaba resentido por cosas muy personales y poco a poco me fui sumergiendo en el fango oscuro del alcohol y las drogas. Estuve viviendo todos los excesos posibles habidos y por haber. Estuve mucho tiempo solo, haciéndole mucho daño a mis seres queridos, a mis amigos, a mis compañeros y al público también. Pero lo que más me duele haber perdido es el tiempo con mi familia, con mis amigos.
Me aislé por muchos temas sicológicos, personales, temas de familia, de trabajo, mucha inseguridad. Había perdido la paz interior. Estaba volando sin ningún rumbo. Me sentía solo, sin el amor de Dios, sentía que no merecía muchas cosas y ahora que ya los ángeles me rodean —como mi familia, Roberto Tapia, mi primo Carlos Appel, Julio César Chávez, mi mánager Karem Guedimin— [todo es diferente].
[Ellos] hicieron una estrategia para que yo regresara en donde alguna vez estuve, a todo lo que tuve sin pedir nada a cambio, solamente me querían ver bien.
Siempre fui fan de Julio César Chávez y él me dijo [cuando entré a la clínica]: “Si yo me pude recuperar, todo el mundo se puede recuperar”.
[Ellos] decidieron echarme la mano y yo inconscientemente también lo estaba pidiendo, estaba pidiendo a gritos que me ayudaran [porque] me sentía muy solo. Sentía que había perdido todo, incluso sentía que mi vida no valía, que había sido un error haber sido actor, que la fama no me ayudaba en nada. Ahora ya veo que la fama y el acercamiento que puedo tener con la gente es algo positivo.
¿Cuánto tiempo estuviste en rehabilitación?
He estado cuatro meses en una clínica que se llama Baja del Sol y me ayudaron. Estuve en rehabilitación y le agradezco a Dios, a mi equipo de trabajo, a mi familia, a todos mis hermanos, primos. A toda la gente que nunca quitó el dedo del renglón, aunque no sabía que ellos estaban al pendiente de mí. Se convirtieron en mis ángeles guardianes mientras yo estaba sumergido y aislado.
¿Dónde estabas?
Me perdí; me fui a Europa, a Centro y Sudamérica a viajar, a estar solo, me fui a la playa. Siempre estaba escondido entre la gente, siempre me ponía gorras, me ponía mucha barba, estuve en muchos lados. Ahora que estoy viendo la luz otra vez, ya mi vida tiene sentido.
¿Cuándo fue que tocaste fondo?
Fue hace ocho meses. Fue un proceso oscuro, me estaba deteriorando lentamente. Simplemente quería que pasara el tiempo, no tenía rumbo fijo, no tenía fe. Ahora ya tengo fe. Con todas las bendiciones que se han presentado otra vez siento que renací. Tengo fe, tengo amor, esperanza, planes. Tengo muchas cosas bonitas que antes tenía y no me daba cuenta porque definitivamente las personas con las que me rodeaba no eran buenas influencias.
También me dejé llevar por muchas cosas que no debí haberme dejado llevar. Mucha gente me catalogaba como ellos querían que fuera y de alguna forma siempre me ha gustado quedar bien y darle placer a la gente en cuanto a cómo me veo, qué es lo que digo, el video que quieren que grabe. Me dejé llevar.
No estoy diciendo que ellos tienen la culpa. Fue un proceso. Poco a poco empecé con el alcohol, después empecé con otras sustancias y me fui hundiendo. Ahora que estoy bien quiero mandarle un mensaje positivo a la gente. Si alguien tiene a un ser querido que está sufriendo por el alcohol y las drogas, pues que tomen acción.
¿Cuándo decides ir a rehabilitación?
Fue mi compadre Roberto Tapia, me echó la mano, me ayudó y le agradezco infinitamente.
Gracias a él es que vas a rehabilitación…
Así es, él fue quien tomó la última palabra. Tuve ese problema y soy un ser humano, no soy un robot. Me dejé llevar por el alcohol, las banalidades, los excesos, viví una vida de excesos. Y si no hubiera sido por mis compañeros y la clínica, no hubiera podido salir adelante.
No sabía que alrededor de mí tenía gente tan hermosa, [que] había gente que me quería tanto y me apreciaba. Estaba ciego, estaba cegado por el manto oscuro de la drogadicción y ahora siento que me quitaron la venda de los ojos y estoy profundamente agradecido con todas las personas y con Dios, que es el que tiene las riendas de mi vida y [las] ha tenido —solo que no me daba cuenta porque estaba anestesiado y no sentía nada.
No quería ningún tipo de compromiso ni conmigo ni con ninguna pareja ni con trabajo ni con nada. Las drogas son la muerte, por eso quiero mandar este mensaje y ver [esta] portada como un mensaje positivo. Si alguien está pensando en ayudar a un ser querido, que no lo piense dos veces porque le estará salvando la vida.
¿Es la primera vez que has estado en rehabilitación?
Sí.
¿Hubo algún compañero del medio que te tendiera la mano y te apoyara y se preocupara por ti además de Roberto Tapia?
En el medio en donde trabajo nada más Roberto Tapia. Es un hermano, un amigo. Es la familia que uno escoge. También, como lo mencioné, mis hermanos, mis papás, mi mánager, mis primos. No sé hablar de otra cosa porque me siento muy a gusto con todo lo que estoy viviendo y lo quiero compartir a pelo, como decimos los del rancho.
¿Qué fue lo que detonó que tocaras fondo?
Creo que las malas amistades y no tener los pies en la tierra. Alejarme de mi familia, de mis amigos, de las buenas amistades, de la gente que realmente te quiere por quien eres, no por lo que significas. Alejarme, aislarme, no prestarle atención a las cosas buenas porque los ángeles ahí están siempre, nada más que no sabemos escuchar. Los buenos amigos ahí están siempre, pero como no tomaban ni estaban en la fiesta ni tenían carros lujosos ni yates ni nada, pensaba que no estaban a mi nivel. Imagínate las babosadas en las que estaba pensando. Era algo ridículo, yo no sabía que lo más preciado que tiene un ser humano es la salud y la estaba perdiendo. Lo que detonó todo esto fue alejarme de Dios y de mi familia. Alejarme de las personas que [me] aman.
¿Estás preparado para regresar a la televisión?
Por supuesto que sí. Este último año estuve sumergido en todo tipo de excesos y llevo veintitantos años trabajando como actor. Sí me afectó un poco la fama, la verdad, pero ahora ya empiezo con el pie derecho y con todos estos ángeles. No quiero volver a perder el amor que se me ha brindado y la fe que tengo ahorita. Hoy siento que tengo el control de mi vida en mis manos, tengo la paz en mis manos. Soy algo nuevo, volví a nacer.
Quiero transmitirle esto a la gente. Mi pregunta es: ¿De qué manera puedo ayudar a la gente? Poniendo mi granito de arena con los medios, aprovechar ese alcance que tengo para transmitir cómo me salvaron la vida.
¿Sigues en rehabilitación?
Sigo yendo a juntas, pero estoy terminando mi proceso. Esto es de por vida. Fue un tratamiento de cuatro meses y estoy muy agradecido, contento. Tengo la fe en mis manos, siento una tranquilidad como nunca la había sentido y la rehabilitación es para quien quiere.
No me imaginaba en mis sueños más salvajes que iba a estar hablando de este tema abiertamente. No tengo nada que esconder, no le tengo miedo a nada. Ya subí, bajé, me caí, me volví a levantar. Estoy sin tapujos y sin máscaras, sin mentiras hablando con ustedes.
¿Estás abierto al amor?
Por supuesto que sí, lo que me hacía falta era amor a mí mismo. Si yo no me quería, ¿Cómo iba poder querer a alguien más? Si no conocía el significado del amor, ¿Cómo podía darle amor a otra persona? Me siento preparado para ejercer la fe, el amor en mí y vamos a ver qué pasa. Hoy por hoy estoy soltero, me siento muy enamorado de la vida, de Dios.