El 15 de diciembre de 1999, el estado Vargas (hoy La Guaira) fue escenario de uno de los peores desastres naturales en la historia de Venezuela. Unas lluvias extraordinarias desataron deslaves, inundaciones y aludes de barro que sepultaron comunidades enteras, dejando un saldo estimado de hasta 50.000 víctimas fatales, según la Cruz Roja Internacional.
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Durante tres días, la región registró precipitaciones récord de 911 mm de agua, equivalentes al promedio anual. Este fenómeno provocó el colapso de ríos y quebradas, arrasando con miles de hogares, infraestructuras y vidas humanas. El hecho figura en el Libro Guinness de los récords como el mayor número de víctimas mortales por un alud de barro.
Las cifras exactas de fallecidos nunca se confirmaron oficialmente, oscilando entre centenares y decenas de miles, mientras que los damnificados alcanzaron cifras de decenas de miles. Más de 5.300 edificaciones fueron destruidas y el costo de la reconstrucción superó los 1.700 millones de dólares.
El rescate de los sobrevivientes, coordinado por el gobierno nacional, comenzó días después del desastre. Soldados de las fuerzas armadas, voluntarios, organizaciones y la comunidad trabajaron para asistir a las víctimas.
Sin embargo, pueblos enteros fueron devastados y miles de familias desplazadas. Las intensas lluvias y los deslizamientos evidenciaron la vulnerabilidad de las zonas montañosas y la necesidad de políticas de mitigación de riesgos que nunca se concretaron.