Ha pasado un año desde que fue detenido en el Aeropuerto Internacional Amilcar Cabral de la isla de Sal (el más importante de Cabo Verde) y señalado de ser el testaferro más grande del régimen de Venezuel, se le acusa de delitos de blanqueo de capitales.
Saab fue arrestado el 12 de junio de 2020 cuando el avión en el que viajaba hizo escala para repostar en el Aeropuerto Internacional Amilcar Cabral de la isla de Sal en respuesta a una petición de Estados Unidos cursada a través de Interpol.
Este hombre de 49 años de edad, interpuso una denuncia que alega «tortura y malos tratos» en el momento de su arresto, así como «condiciones inhumanas y degradantes de la detención debido a la falta de cuidados médicos». pero la verdad es que vive en mejores condiciones que muchos venezolanos, a quienes les hace falta los recursos que el régimen se ha robado.
Mientras su suerte se juega en un tosco edificio de oficinas color naranja, sede del Tribunal Constitucional de Praia, en la isla de Santiago, el empresario colombiano pasa las horas en un lujoso townhouse en la isla de Sal, meca del turismo del archipiélago, que cumple el papel de hogar para la medida de prisión domiciliaria concedida al contratista preferido de Nicolás Maduro. Al resort playero Vila Verde, con villas, centro comercial y caminerías, llegó tras meses de reclusión en el penitenciario de Terra Boa.
Cabo Verde. Todo transcurre más lento en Cabo Verde. Un verano casi permanente invita al sopor en esas diez islas esparcidas en el océano Atlántico en las costas africanas. En una de ellas, la más remota y turística de todas, donde abundan los hoteles a orillas de kilométricas playas, Alex Nain Saab Morán, buscado por la justicia de varios países, reclamado por el gobierno de Venezuela, está confinado. Pero no en una prisión sino en un resort.
Hace casi un año, el 12 de junio de 2020 a las 8:09 de la noche, el empresario colombiano aterrizó a bordo de su avión privado en el aeropuerto internacional Amílcar Cabral de la isla de Sal, proveniente de Maiquetía. Debía recargar combustible en esa tradicional escala trasatlántica y continuar rumbo a Teherán, la capital iraní, pero a las 9:30 de la noche quedó detenido por agentes de Interpol. Salvo una breve estancia en la prisión de Ribeirinha, ubicada en la isla de San Vicente, la misma donde nació y murió la cantante Cesária Évora, Alex Saab no ha salido de la isla a la que en teoría llegó solo para una escala técnica de horas.
La única imagen que hay desde su captura corresponde al 14 de junio, dos días después de la detención. Es esa donde se le ve en jeans, franela negra, esposado y escoltado por dos policías, en dirección hacia el modesto Tribunal de la Comarca de Sal, muy cerca del aeropuerto. Para infortunio de Alex Saab, el edificio está a tan solo metros de la sede de la Radio Televisión de Cabo Verde, lo que facilitó el trabajo a un camarógrafo del canal para grabar una imagen que rápidamente se viralizó como el símbolo oficial de la caída del contratista preferido de Nicolás Maduro.
En la cárcel de Terra Boa, llamada Cadeia Regional Do Sal, al norte de la isla y en medio de kilómetros de aridez, Alex Saab pasó unos seis meses. Pero a finales de enero pasado sus abogados lograron una victoria legal, acaso la única que han obtenido, con la medida de prisión domiciliaria para el reo. El destino escogido fue el complejo de Vila Verde, al suroeste de la isla y muy cerca de Santa María, la parte más turística de Sal.
Vila Verde, en realidad, es un resort. Cuenta con apartamentos, villas y townhouses , una pequeña zona comercial y caminerías en las que visitantes y turistas pueden pasear desprevenidos. Colinda con hoteles cinco estrellas como el Meliá Tortuga Beach, justo antes de la extensa playa de Ponte Preta, cuya brisa marina debe sentirse en la estancia de Alex Saab.
Al llegar al punto exacto de reclusión queda claro que las autoridades no lo escogieron por esas bondades. Nada parece al azar en el lugar de custodia para quien tras la detención fue revelado como “enviado especial” del gobierno de Maduro, rango que habría obtenido en abril de 2018 -según los documentos mostrados a posteriori-, y ascendido en diciembre pasado a embajador de Venezuela ante la Unión Africana. Hasta el riesgo de fuga parece haber sido previsto.
Eucaliptus, papaya y banana
Por estos días el complejo Vila Verde luce desolado. La pandemia del Covid-19 golpeó al turismo, actividad económica que aporta entre 25% y 30% del Producto Interno Bruto (PIB) de Cabo Verde. La población depende así de las remesas de la diáspora: hay más caboverdianos entre Europa y Estados Unidos que en el archipiélago. De por sí, la economía es tan pequeña que alguno de los negocios manejados en Venezuela por Alex Saab, como el de Trenaco o el de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), supera en tamaño toda la economía del país.
En isla de Sal cualquier taxista conoce el complejo de Vila Verde y sabe también que allí está detenido Alex Saab. No es un asunto que inquiete a los locales o que marque el debate nacional, pero el caso sigue presente en la prensa caboverdiana y hasta allí también ha llegado la intensa campaña comunicacional organizada por su defensa y el chavismo en aras de convencer a la opinión pública internacional de que todo sería una injusta persecución.
En línea recta desde la entrada del recinto, donde unas grandes letras verdes con el nombre dan la bienvenida, hasta la calle donde está el townhouse de Alex Saab, apenas debe haber un kilómetro de distancia. En carro hay que ir bordeando la vía que circunda todo el espacio hasta llegar al fondo a la calle Gleditsia o, en otras palabras, la calle en la que una patrulla de la policía de Cabo Verde hace de alcabala, con sus oficiales atentos a la entrada y salida de cualquiera.
Gleditsia es el nombre de un árbol, pero en esta historia es una calle con una sola entrada. Hacia el oeste y rumbo a la salida del complejo de Vila Verde le siguen en paralelo las calles Causarina, Papaya, Banana y Eucaliptus, todas con hileras de townhouses blancos de dos pisos, iguales al que hospeda a Alex Saab. De resto, la calle prácticamente está rodeada por terrenos baldíos que conectan al oeste con la playa de Ponte Preta, y hacia el sur con la zona turística de Santa María, lo que dificulta cualquier plan de fuga, de haberlo.
Quien logre pasar a la calle Gleditsia encontrará a mano izquierda la edificación donde está recluido el empresario colombiano. El townhouse es completamente blanco, con los marcos y puertas de ventanas verdes y un techo a dos aguas recubierto con tejas. Tiene un pequeño zaguán a la entrada y un jardín y hasta una pequeña piscina en la parte trasera. “Si salgo al jardín, la Policía Nacional sigue todos mis movimientos con drones”, se quejó el propio Alex Saab en una entrevista publicada por la agencia española EFE en marzo pasado.
“Estoy vigilado por 50 guardias armados, mis abogados son registrados cuando vienen y cuando se van”, detalló en esa misma conversación. Unos días después, su abogado principal en Cabo Verde, José Manuel Pinto Monteiro, fue brevemente arrestado por resistirse al registro en el puesto policial a la entrada de la calle Gleditsia. Por estos días, Pinto Monteiro y su equipo tiene su cuartel de trabajo en el cercano hotel Odjo D’Agua, también en la zona de Santa María. Pinto Monteiro no respondió a la solicitud de entrevista.
En una caminata por el lugar los drones no se avistan. Tampoco el medio centenar de policías que denunció Alex Saab. Sí hay, en cambio, vigilancia en el techo de algún townhouse , probablemente el del propio Saab. Ese policía otea desde lo alto cualquier movimiento extraño. Otras de las pequeñas casas de la misma calle funcionan también como base para al menos una docena de policías a cargo de la custodia del que perfectamente puede ser el preso más famoso de Cabo Verde. Pero su suerte no se decidirá en esa casa, a orillas del mar.
El edificio naranja
A la batalla legal trazada por los abogados de Alex Saab, con el exjuez español Batasar Garzón a la cabeza, se le ha ido agotando el tiempo y las opciones. Ha sido un año de recursos y estrategias para dilatar lo más posible el proceso, pero ahora sólo resta la decisión del Tribunal Constitucional en Praia, la capital del país, en la isla de Santiago, a unos 40 minutos en avión desde Sal.
A la máxima instancia judicial caboverdiana se llegó tras meses de gestiones y pronunciamientos del Tribunal de Relaciones de Barlovento, en la isla de San Vicente, y el Supremo Tribunal de Justicia, también en Praia. Aún hoy, en la entrada del Supremo, puede verse en la cartelera de notificaciones judiciales el rastro de alguno de los recursos de la defensa de Alex Saab. Todos han sido derribados en términos jurídicos y los jueces han encontrado suficientes méritos para su extradición a los Estados Unidos.
Para que se confirme la entrega de Alex Saab a los Estados Unidos, al menos dos de los tres jueces que integran el Tribunal Constitucional deben ratificarla. Algunas fuentes conocedoras del proceso aseguran que a finales de mayo o principios de junio podría producirse el dictamen, pero la defensa sigue intentando demorar el asunto.
Los despachos del máximo tribunal de Cabo Verde están en un pintoresco edificio anaranjado de siete pisos, imposible de asociar a priori con la majestad atribuible a una instancia como el denominado Tribunal Constitucional. A diferencia de otras dependencias u organismos de Estado que están en Plateau -el centro histórico de Praia, asentado sobre una meseta; de allí el nombre-, como el propio Supremo Tribunal de Justicia, que funcionan en antiguos edificios coloniales de la época portuguesa, el Constitucional podría pasar por un simple edificio de oficinas o apartamentos, de arquitectura corriente y solo llamativo por el color.
Justo ahí se definirá el destino de Alex Saab: si retoma su ascendente carrera como contratista predilecto de Maduro, ahora reconvertido en héroe por la propaganda oficial, o si termina ante la justicia norteamericana por la acusación de supuesto lavado de dinero que se remonta a julio de 2019 contra él y su socio Álvaro Pulido Vargas, vinculada a las operaciones de Fondo Global de Construcción, el primer negocio de los empresarios colombianos con el chavismo hace casi una década.
“Por Colombia, Alex Saab, representante legal de Fondo Global de Construcciones”, dijo el presentador de un acto transmitido en cadena de radio y televisión a finales de 2011 en el palacio de Miraflores. El entonces desconocido empresario enfiló a la mesa en la que estaban los presidentes Hugo Chávez y Juan Manuel Santos para firmar su primer gran contrato en Venezuela. Con menos años, unos kilos de más, trajeado y la cabellera amarrada con una coleta, comenzó ese trayecto que casi una década después lo llevó en su avión privado a Cabo Verde como emisario del propio Maduro, quien aquel día de 2011 en Miraflores en su condición de Canciller fue testigo de excepción de la presentación en sociedad de Alex Saab.
Con el chavismo, pero especialmente con Maduro, pasó de la construcción de casas prefabricadas para la Misión Vivienda a los contratos para levantar los “gimnasios verticales ”; de las divisas preferenciales de las subastas del Sicad al multimillonario contrato de Pdvsa a Trenaco; del suministro de materia prima a granel proveedor de Abastos Bicentenario; de vendedor estelar para los CLAP a la comercialización del oro venezolano y más recientemente del petróleo salido de Pdvsa . Casi todo pasó discrecionalmente por las manos de Alex Saab y su socio, el también colombiano Álvaro Pulido Vargas (nacido como Germán Rubio), siempre a través de opacas estructuras corporativas y financieras en paraísos fiscales en las que participaban familiares de ambos y una larga lista de colaboradores.
Ni la estela de sospechas que en su contra crecían año tras año, ni las investigaciones judiciales que se le iban abriendo en Ecuador, Colombia, México, Italia, el principado de Liechtentstein, entre otras jurisdicciones, lo frenaron. Tampoco a sus benefactores. Su parábola solo se alteró, casi de carambola, aquella noche del 12 de junio de 2020 en la que aterrizó en Cabo Verde, un país que salvo un pasado colonial desde el que salían esclavos a América, su creciente migración o que el 5 de julio sea el día de la independencia, poco tenía que ver con Venezuela y con el propio Alex Saab.
“No recuerdo haber recibido tantas llamadas de teléfono, llamadas de jefes de Estado extranjeros”, admitió semanas después de la captura del empresario colombiano el presidente de Cabo Verde, Jorge Carlos Fonseca. Desde hace meses tanto Fonseca, como el primer ministro, José Ulisses Correia, reelecto el pasado 18 de abril, evitan pronunciarse en público sobre el caso. En privado, otros funcionarios repiten que es un asunto de la “justicia caboverdiana” y evitan caer en la politización con la que la defensa intenta impregnar la causa.
En las calles de Praia el eco del caso tampoco es intenso, es algo alejado de las urgencias de la cotidianidad. Algunos ciudadanos evaden el tema, otros lo asumen como un asunto complejo en manos de la justicia y otros pocos temen consecuencias para el país por todos los intereses que están en juego detrás de Alex Saab y el rol que inesperadamente le ha tocado a Cabo Verde.
La vida transcurre tranquila, con la misma calma de siempre. En la céntrica calle 5 de julio, en Plateau, continúan esperando a los turistas con su cerveza creola o algún ron destilado de la caña de azúcar caboverdiana. De algún rincón sale música en vivo, otra invitación a conocer esa terra estimada, esa terra di paz, terra di gozo a la que Cesaria Evora cantaba y que los reclamos turísticos continúan prometiendo para todos, menos para Alex Saab.
FUENTE ARMANDO INFO