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Venezuela

Delincuentes extorsionan y aterrorizan para permitir paso al puente internacional Simón Bolívar

En un reportaje del Diario Los Andes, una venezolana cuenta cómo fue víctima de extorsión antes de cruzar el puente internacional Simón Bolívar. “Lo que logramos ahorrar haciendo el mercado en Cúcuta se lo queda esta gente… Nos desangran”.

No es solo por los pasos ilegales, llamados trochas en la frontera colombo venezolana que los irregulares quieren cobrar, delincuentes apostados en las postrimerías del puente internacional Simón Bolívar -en La Parada- también cobran vacuna por pasar el camino legal, alegando que, “es una colaboración y no tendrán problemas”.

Se identifican como supuestos miembros del Tren de Aragua, pero fuentes de la zona dicen que se puede tratar de hampa común.

Así sucedió hace una semana a una mujer, su hija, su nieta y una amiga. Ella denuncia la aborrecible experiencia, pero pide reserva de su nombre por seguridad, ya que con cierta frecuencia cruza de Venezuela a Colombia por medicinas y mercado y teme represalias de ser identificada. Así que se empleará un nombre ficticio – Bertha Pernía- para presentar su relato.

El relato

“Supuestamente era un tipo del Tren de Aragua, quien nos pidió dinero”, señala Bertha.

“Hicimos mercado y se nos hizo tarde. Las seis de la tarde. Paramos un taxi, el chofer nos habló en el camino, lucía amable y nos generó confianza. Nos preguntó si teníamos un caletero (que cargan el mercado en carretilla). Como nos dio seguridad, le dijimos que si tenía uno de confianza nos lo recomendara”, cuenta.

El equipaje era pesado para las tres mujeres y una bebé, así que pagarían porque transportaran en una carretilla sus compras de mercado hasta llegar a Venezuela, se haría menos fuerte el cruce del puente que se pasa caminando.

“Yo llevaba un costal de mercado, iba lo de las tres casas ahí. Aparte el coche de la niña y otras bolsas que cargábamos. Ya fuera del taxi llega el amigo del chofer a cargar el mercado, por lo que nos ocupamos de organizar las cosas, de cómo se iban a llevar. Cuando de la nada se para al lado de mi hija un hombre, y le dice: ¿ustedes conocen el Tren de Aragua no? Mi hija no le prestaba atención, ni se paró a verlo, ni nada”.

El hombre en tono ofendido le dice: “¿me estás ignorando?” Al ver la situación Bertha Pernía -quien narra los hechos- interviene y llama a su hija por su nombre, porque era ella la acechada en el momento. La joven con cara de rabia se dispone a oír al delincuente, entendiendo la seña que su madre transmitió.

“Por seguridad de ustedes tienen que pagarme”.

Mi hija contesta:

 

¿por qué voy a pagar si vengo de hacer mercado para mi casa, la de mi mamá y la de mi tía? ¿por qué tengo que pagarle por eso?”

El hombre contesta que esas son las normas y que tienen que pagarle. Dos de las mujeres inician la defensa en contra del extorsionador, pero el temor por lo que pudiera pasar tras el justo reclamo invade a Bertha Pernía, quien observa lo que sucede, “pensé, ¿y si tiene un arma? porque últimamente he escuchado que le tiran una piedra a la gente. Pero si tienen un puñal o algo. Porque sentí que son capaces de todo”.

Bertha interviene y le dice al delincuente, ¿cuánto hay que pagar? El hombre contesta que son diez mil pesos por cada una, y ella le dice que tiene por todo 20 mil pesos. “Bueno está bien, dame eso”, contesta el bandido.

 

Recibe el dinero y se va. Dice Bertha que se aleja a pesar de haber dicho que iba a cuidarlas por ese pago, “pero quedamos solas con quien nos recomendó el taxista, que más bien era como jefe de los caleteros. Ese hombre, al que le llaman todos Carlos, andaba en bicicleta, es moreno de mediana estatura, no es gordo sino corpulento. Se paró más arriba y nosotros comenzamos a irnos rumbo al puente, pero nos detiene”.