Año tras año, con o sin pandemia, cada Domingo de Resurrección se realiza La Quema de Judas; una tradición religiosa y cultural que los latinoamericanos, creyentes del catolicismo, han apropiado para manifestar su descontento social.
El origen de esta práctica es rememorar la traición de Judas Iscariote a Jesucristo (discípulo y maestro), que los habitantes de un sector o comunidad eligen para personificar a través de un “monigote“ a una persona o figura pública, que represente actitudes o valores propios de un traidor.
Estos muñecos suelen tener más de un metro de altura y estar confeccionados en tela, cartón o ropa vieja que aportan los locales, cuyas caras puede estar pintadas o plasmadas con una fotografía.
En Venezuela, la costumbre de “quemar” políticos se popularizó con la llegada del ex presidente Hugo Chávez. El colapso de los servicios públicos y la crisis económica producto del desfalco a la nación convirtieron al mandatario socialista en un monigote cada Semana Santa.
Aunque Chávez, es y será, calificado por el sector opositor del país caribeño como la personificación más acertada de un “Judas”, otra figuras del régimen venezolano, como el dictador Nicolás Maduro y sus voceros, Vladimir Padrino López y Diosdado Cabello, también han sido candidatos para “arder hasta la cenizas”.
La población chavista del territorio venezolano, cada vez más minúscula, en oportunidades han hecho muñecos de los ex presidentes de Estados Unidos, Barack Obama y Donald Trump, a quienes la narrativa oficialista acusa de “injerencistas” y responsables de la situación humanitaria compleja en la que se ve sumida ese país.
Si bien La Quema de Judas es una tradición que se extiende por toda Venezuela, las más populares suelen ser las de los municipios de la Gran Caracas: Libertador y Chacao, y las de la región andina del país, llegando incluso a ser documentadas en televisión nacional.