El primer ministro de Trinidad y Tobago, Keith Rowley, reiteró que la muerte del bebé venezolano Yaelvis Santoyo Sarabia fue “un accidente” y defendió el trabajo de los guardacostas.
Para Rowley los miembros de la Guardia Costera estaban cumpliendo “órdenes razonables y profesionales bajo protocolos y leyes internacionales”, pese a que los disparos acabaron con la vida del bebé, que viajaba con su madre y su hermanita, y otros migrantes en busca de una mejor vida.
La Guardia Costera ha justificado que abrió fuego contra la embarcación en un intento de detener a los migrantes y en defensa propia, alegando que habían intentado embestirlos.
La líder de la oposición Kamla Persad-Bissessar reprendió a la Guardia Costera y calificó lo sucedido de asesinato, y Rowley accionó contra ella, acusándola de oportunista y desvergonzada y de estar “desprovista de cualquier chispa de patriotismo”.
Aunque volvió a lamentar la muerte del bebé, el primer ministro insistió en que la nave de los migrantes “fácilmente podría haber transportado cualquier cargamento de armas, municiones o asesinos”.