Néstor , un comerciante venezolano y padre primerizo de 37 años, creyó haberlo previsto todo para recibir a su bebé en un país inmerso en una crisis económica y de salud.
Pensó en la compra de pañales, en el pago de la cesárea, en los costosos honorarios de los médicos, pero ni amigos, familiares o galenos le advirtieron, ni por asomo, del trauma financiero y la angustia que viviría en las semanas siguientes en su intento de garantizar la inmunización de su niño.
Ya en los primeros días de vida, experimentó un adelanto: le cobraron ocho dólares por una vacuna BCG, contra la tuberculosis.
Cuando su pequeño estaba por cumplir dos meses, Néstor recorrió siete centros hospitalarios en busca de tres vacunas que, pensaba erróneamente, serían gratuitas y estarían disponibles en la ciudad, de las más pobladas de Venezuela.
“Había pensado que la vacunación era gratuita y entregada por el gobierno. Me tocó tocar la puerta en el Maternal Cuatricentenario, el CDI El Gaitero, el de Panamericano, el Ambulatorio La Victoria, el CDI Los Mangos, el Maternal Castillo Plaza y nada. No había”.
Varios médicos le habían ofrecido inyectar las tres vacunas en sus consultorios privados por 100 dólares hasta que halló una que le concedió una oferta.
Terminó pagando, sin embargo, 45 dólares por las dosis de la llamada “pentavalente” y contra el neumococo y el rotavirus.
“La mamá y yo le lloramos (imploramos) a la doctora, porque nos había dicho que costaban 20 dólares cada una. Me desesperé. Nos costó movilizarnos por la escasez de gasolina. Las conseguimos en San Francisco”, otro municipio, detalla.
El salario mínimo en Venezuela es de 400.000 bolívares, equivalentes a 1,5 dólares, e incluso para venezolanos como Néstor que ganan un tanto más que eso, se les hace cuesta arriba pagar unas vacunas que, además, escasean en plena pandemia de COVID-19.
“No hay vacunas gratis. La gente tiene que pagarlo porque no nos queda de otra. Mi niño está sano y el tema de salud es primordial. Pero hay otros padres que no pueden pagarlo y los dejan así, les colocan solo las pocas vacunas que hay gratuitamente en los hospitales”, dice.
Sin campañas, sin viales
Naciones Unidas alertó en julio sobre el “alarmante descenso” en el número de niños que están siendo vacunados en el mundo contra enfermedades debido a las interrupciones causadas por la pandemia, particularmente desde febrero.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unicef advirtieron entonces que el nuevo coronavirus “supone una amenaza más a la cobertura de inmunización, que ya llevaba años estancada”.
Datos preliminares les permitieron anunciar que este año se registrará el primer descenso de la vacunación contra la difteria, el tétano y la tos ferina desde 1992.
“La situación es especialmente preocupante en Latinoamérica y el Caribe, donde la cobertura de vacunación, que históricamente era alta, lleva una década bajando”, comunicó una nota de prensa oficial de la ONU.
En Brasil, Bolivia, Haití y Venezuela la tasa de niños vacunados ha caído 14 puntos porcentuales desde 2010, según las cifras que maneja el organismo multilateral.
La Organización Panamericana de la Salud, mientras, atribuye la disminución de vacunación en la región a “cuellos de botella” surgidos por la COVID-19.
María Rossel, pediatra y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia, afirma que la cobertura de inmunización de infantes en Venezuela oscila solo entre 48 y 49 por ciento. Es una tasa baja, apunta.
“Hay una disminución desde hace cuatro años. Pasan meses sin disponibilidad del producto. No ha habido campaña de vacunación (del Estado) en los últimos dos años”.
El gobierno en disputa de Nicolás Maduro cuenta otra narrativa. Según su ministerio de Salud, la vacunación para la interrupción de los brotes de sarampión y difteria fue de 99 y 100 por ciento en marzo de 2019, por ejemplo.
Hasta 8,5 millones de niños de entre seis meses y 15 años habían sido vacunados contra el sarampión, de acuerdo con sus registros.
Pero la cuarentena, remarca Rossel, doctora en ciencias médicas, suspendió de golpe las consultas pediátricas en los hospitales públicos. Y, además, los padres temen llevar a sus niños a centros de salud por la COVID-19, especifica.
Según sus investigaciones, existen viales, como la antineumococo, la antihepatitis A y antivaricela, que no están disponibles en el programa del Ministerio de Salud y que deben costear los representantes por su cuenta.
El plan estatal incluye solo la BCG, que tiende a escasear, dice, la antipolio y la pentavalente, que ciudadanos como Néstor no encuentran gratuitamente en los últimos tiempos, sino en manos de privados, a cambio de entre 15 y 20 dólares.
Refuerzos atrasados
La dificultad de importación de las vacunas, la priorización de la atención de pacientes positivos por el nuevo coronavirus y las limitaciones de transporte son otras razones que se ventilan entre los pediatras de Venezuela para explicarlo.
En ese gremio, es común compartir mensajes de consulta sobre dónde sus pacientes pueden adquirir las dosis de inmunización.
El colapso de las condiciones de vida y de los servicios públicos en el país también perjudican la inmunización, denuncian padres de bebés nacidos desde marzo pasado, cuando en Venezuela se decretó la cuarentena social preventiva.
Luzmer de Hurtado dice que no ha podido conseguir ciertas vacunas para su niña de dos años porque en su comunidad no hay disponibilidad.
“Tiene refuerzos atrasados, pues los centros de vacunación cerca de mi localidad están cerrados, unos por COVID-19 y otros por falta de electricidad”, apunta.
Hurtado tampoco ha podido buscarlos muy lejos de su hogar, porque su vehículo ya no tiene gasolina en el tanque, ya no hay combustible en las estaciones de servicio de la ciudad, considerada la cuna petrolera del país.
Nelson Faría, pediatra venezolano con 30 años de experiencia en el servicio público y privado, dice que ha sido común durante décadas que en Venezuela haya temporadas en que no se encuentren vacunas como la BCG.
La diferencia con los días recientes, acota, es que las penurias económicas del país y las dificultades de transporte por el cierre de fronteras por la pandemia han dificultado su importación, y, al hallarlas, las cobran en dólares.
“La vacuna contra el rotavirus está en 50 dólares. El precio de cada vacuna no baja de 20 dólares. Hay un alto número de la población desprovisto de vacunas, a nivel de neonatos”, menciona en entrevista con la Voz de América.
Roberto, trabajador de transporte público, recién estrenado como padre, admite que solo ha podido vacunar a su bebé con las dosis de BCG y contra la hepatitis, que consiguió gratuitamente en el hospital donde su esposa dio a luz.
Dice no tener dólares, ni carro para movilizarse. También asegura que conoce a decenas de padres que, como él, están a la espera de vacunas gratis y accesibles.
Néstor, mientras, no deja de angustiarse. Se alista para desenfundar decenas de dólares en septiembre para las segundas dosis de las vacunas de su niño.
“Mi experiencia es amarga. No dejo de pensar en los 100 dólares más en vacunas para sus cuatro meses. Esto no se lo deseo ni a mi peor enemigo”, agregó.
Con información de Voanoticias.com