La batalla entre el presidente Joe Biden y el exmandatario Donald Trump por el voto obrero y del electorado popular blanco será dura, como muestran sus desplazamientos a Michigan, cuna del automóvil en Estados Unidos y epicentro de un movimiento de huelga en el sector.
«Comprar un auto nuevo sería la mitad de mi salario anual», asegura Curtis Cranford, obrero de 66 años que le dio un apretón de manos a Biden cuando se unió brevemente el martes a un piquete de huelguistas delante de una fábrica de General Motors en Belleville, en los suburbios de Detroit.
Le agradece a Biden que haya viajado hasta allí, pero a causa de la transición energética que «costará empleos», y sobre todo debido a las posiciones de los demócratas sobre el aborto y la inmigración, «votará probablemente a los republicanos» en las presidenciales del próximo año.
Eso quiere decir, potencialmente, por Trump, el gran favorito de las primarias del Partido Republicano.
Trump no participará del debate de aspirantes a la nominación opositora, y visitará el jueves una pequeña fábrica en Detroit, que no está en el circuito del sindicato de trabajadores del sector automotor UAW, actualmente en huelga por mejoras salariales contra los «tres grandes» fabricantes estadounidenses: General Motors, Ford y Stellantis.
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Biden y Trump buscan «seducir al electorado obrero, en particular blanco», que será decisivo el año próximo, analiza Jefferson Cowie, profesor de la Universidad de Vanderbilt en una entrevista con la radio pública NPR.
«¿Serán seducidos por la retórica habitual de Trump, en particular en torno a la raza y el nacionalismo? ¿O veremos un movimiento mas volcado hacia (…) la visión un poco cercana a Roosevelt de Biden? Es realmente la cuestión central», resume el académico.
Biden, que apuesta fuertemente al apoyo de los sindicatos, y que cada vez que puede defiende sus medidas a favor de la clase media, es el primer presidente estadounidense que se unió a un piquete de huelguistas.
Megáfono en mano para arengarles, el demócrata de 80 años quiso darle un fuerte impulso a su campaña por la reelección.
Carolyn Nippa, de 51 años, 26 de los cuales trabajó para GM, dice que fue «surrealista» haber saludado al mandatario.
– «Fritos» –
«No estoy a favor de Trump. Lo digo claramente. Pienso que trabajó para las multinacionales y los millonarios», dijo esta obrera que cambió varias veces de planta a medida que fueron cerrando.
«Si no gano la elección, los obreros del automóvil están fritos», aseguró el expresidente en su red social Truth Social.
¿Pero cuál defiende más a los obreros, Trump o Biden?
«Es difícil de decir», reflexiona Kristy Zometsky, de 44 años, quien trabaja en la misma fábrica de autopartes de General Motors en la que laboraron su padre y su tío.
«Esta huelga no es un asunto político», asegura.
Sus preocupaciones son las mismas que las de todos los trabajadores en huelga: la vida demasiado cara, los salarios que no se acoplan a pesar de los sacrificios hechos en 2009 para sostener a las empresas en crisis.
En ese momento, durante la gran crisis financiera que siguió al estallido de la burbuja de créditos «subprime», fue que Sarah Polk se preguntó: «¿Quién nos apoya realmente?».
Esta diseñadora de 53 años, en el centro de Detroit, no es obrera en el sector automotor. Pero como empleada del asegurador Blue Cross, está sindicalizada en la UAW, y por lo tanto está de paro.
La llegada de Biden tanto como la de Trump «es una operación de comunicación», piensa esta madre soltera de tres hijos, que «siempre» tiene «un mes de retraso» para pagar sus cuentas.
Antes «era más bien demócrata». Y votaría a Robert F. Kennedy o Marianne Williamson, dos candidatos que no tienen prácticamente chance de figurar en la boleta demócrata de noviembre del año que viene.
Pero, sobre quién tendrá su voto en 2024, responde: «No lo sé».
AFP