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Coronavirus

A dos años del inicio del confinamiento, Wuhan sigue lejos de la normalidad

En la ciudad de 11 millones de habitantes donde se reportó el origen del Covid-19, no se registran contagios locales desde agosto, pero la falta de respuestas y certezas sobre la enfermedad sigue siendo la constante en la vida local, mientras China intenta llegar con la pandemia totalmente controlada a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing.

Cada país lleva su propio recuento de olas del Covid-19. Wuhan, donde oficialmente surgió la primera ola, conmemoró este domingo el segundo aniversario de un confinamiento que se extendió por 76 días y que afectó a 11 millones de personas.

Eran las 10 de la mañana y ante la expectativa de que sería declarado un cierre de la ciudad, decenas de personas trataban de anticiparse y escapar, algunas de ellas con síntomas, que contribuirían a la propagación primero por toda China y luego al mundo entero.

A esa hora, agentes de orden público apostaron barricadas en todos los accesos de la ciudad, capital de la provincia de Hubei. Para ese momento, los medios reportaban oficialmente menos de 600 contagios, pero pocos días después el sistema sanitario local colapsaría por completo y la cifra de muertos de esa primera ola sería de 3869 personas.

En la ciudad de 11 millones de habitantes donde se reportó el origen del Covid-19, no se registran contagios locales desde agosto, pero la falta de respuestas y certezas sobre la enfermedad sigue siendo la constante en la vida local, mientras China intenta llegar con la pandemia totalmente controlada a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing.

El hermetismo oficial se ha mantenido a lo largo de los dos años y varios cierres han corrido desde entonces, el último de ellos en Xi’an, Anyang y Tianjin, ciudades que entre las tres suman más de 24 millones de habitantes, donde se reportaron decenas de casos de Ómicron en diciembre.

Esos largos confinamientos y una política de despistajes constantes han permitido que China, el país con la mayor población mundial (más de 1.400 millones de personas), haya mantenido a raya el coronavirus, con 105.000 contagios en los últimos dos años.

En Wuhan, para que sea posible sumar cinco meses sin transmisiones comunitarias ha sido  necesario acostumbrarse a nuevas y cada vez más fuertes restricciones, como la obligatoriedad de presentar en los sitios públicos un código digital que registra los movimientos de las últimas dos semanas, uso constante de mascarillas o cuarentenas al ingresar a la ciudad.

El silencio: el costo del éxito chino en el control del Covid-19

China no ha tenido respuestas sobre el Covid-19 ni para sus ciudadanos, algunos de los cuales han enfrentado el acoso y hasta la cárcel por cuestionar las políticas oficiales, ni para el resto del mundo, que todavía no tiene una explicación clara de cómo se originó el nuevo coronavirus.

Zhang Hai es uno de los ciudadanos que ha sufrido las consecuencias de pronunciarse públicamente. Tras la muerte de su padre, que se contagió y murió en enero de 2020 luego de ingresar a un hospital de Wuhan por una fractura, escribió una carta pública al presidente Xi Jinping exigiendo compensación, pidiendo sanciones para los responsables sanitarios de la ciudad y cuestionando por apresuradas las primeras investigaciones que fueron validadas por la Organización Mundial de la Salud.

Desde entonces asegura haber sufrido de lo que llama “opresión invisible”, como el acoso de hombres que le impidieron por cuatro días salir de su casa en Wuhan, durante una visita.

El segundo aniversario del confinamiento ha sido fecha propicia para que muchos recuerden en la red social china Weibo al doctor Li Wenliang, un oftalmólogo del Hospital Central de Wuhan que alertó sobre el surgimiento del virus y fue investigado por “propagar rumores”. Li contrajo la enfermedad y murió en febrero de 2020.

Zhang Zhan, una abogada que actuó como periodista ciudadana durante el cierre en Wuhan, divulgando imágenes de las duras condiciones del confinamiento, ha sido condenada a cuatro años de prisión y lleva adelante una huelga de hambre que ha disparado el llamado de Reporteros sin Fronteras pidiendo su liberación.

AFP