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El sismo acentúa las tensiones migratorias en Turquía

Un voluntario turco lleva a rastras a un sirio con la cara ensangrentada y asegura que lo sorprendió robando entre los escombros de un edificio derrumbado por el sismo de la semana pasada, que dejó decenas de miles de muertos y acentuó las tensiones migratorias.

«¡Estaba robando!», grita. Una acusación que se asemeja a otras vertidas en los últimos días contra los migrantes en Antakya y otras ciudades turcas que quedaron devastadas por el terremoto.

El sismo de magnitud 7,8 ha matado a cerca de 40.000 personas en el sureste de Turquía y en varias áreas de Siria, arrasando una región en la que viven numerosas familias sirias que huyeron de 12 años de guerra.

Turquía aceptó que cerca de cinco millones de personas -incluyendo unos cuatro millones procedentes de Siria- se instalaran en su territorio para atajar la afluencia de migrantes hacia la Unión Europea en 2015-2016.

Un gesto generoso que tocó límites cuando la economía de Turquía se desmoronó y el coste de atender a los refugiados se convirtió en un problema, a finales de 2021.

Recientemente, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y sus rivales políticos amenazaron con enviar a los sirios de vuelta a su país, en el marco de las promesas electorales de cara a los comicios previstos el 14 de mayo.

Los reporteros de AFP en zonas fronterizas con Siria fueron testigo de varios ejemplos de las tensiones entre lugareños y migrantes.

«Mientras los turcos intentan salvar vidas, los sirios buscan dinero, oro», denunció Baki Evren, de 43 años, caminando entre edificios derrumbados en Islahiye, un distrito de la provincia de Gaziantep, donde viven muchos migrantes.

«Estamos frustrados, naturalmente», añadió.

 

– Modelo de tolerancia –

 

Gran parte del enfado nace de las acusaciones de robos y saqueo.

El terremoto echó abajo miles de edificios y dejó los bienes personales de la gente a la vista de todos, en plena calle.

Turquía impuso el estado de emergencia en la zona afectada, lo que permite al ejército intervenir y, a la policía, adoptar medidas de seguridad extraordinarias.

Pero los recursos escasean y los nervios están a flor de piel en lugares como Antakya, que en otro tiempo fue una encrucijada de civilizaciones, un modelo de tolerancia cultural y religiosa en Turquía.

Minutos después de que los voluntarios turcos se llevaran de allí al sirio, herido, un hombre con chaleco reflectante se acercó a otro migrante que llevaba consigo una bolsa de plástico medio llena.

Mientras que una pequeña multitud empezó a acusar al hombre de haber robado, una joven turca dio un paso adelante para defenderlo.

«Es mi empleado», declaró la mujer. «Tiene permiso para ir y recoger mis cosas», indicó.

Un miembro de los cuerpos de seguridad confirmó la versión de la mujer.

Pero esto no apaciguó los ánimos de Ibrahim Igir, uno de los hombres que conformaban la iracunda muchedumbre.

«Mientras hay gente gritando bajo las ruinas, estos bastardos están robando sus cosas», sostuvo.

 

– «Todos sufrimos» –

 

Ahmad Dervis, un sirio de 28 años, padre de dos niñas, admitió que no entiende la causa de tanto resentimiento.

«El terremoto nos ha golpeado a todos. Todos sufrimos», afirmó Dervis.

El hombre contó lo que ocurrió cuando algunos de sus amigos sirios hacían fila para recibir ayuda estatal tras el sismo.

«Algunos [turcos] empezaron a gritar, diciendo: ‘¡Todo esto es vuestra culpa!’. ¿Qué hemos hecho nosotros?», se preguntó.

«Pase lo que pase, nos culpan a nosotros», señaló.

Ahmad Salami, un sirio de 31 años, padre de cinco hijos, afirmó que se pasó los primeros días después del sismo intentando salvar vidas, y no robando.

«Saqué a 20 personas de entre los escombros, once turcos y nueve sirios, el primer día. No fui allí a robar nada», explicó.

Wadda, un albañil turco de 35 años, vecino de Antakya, que solo quiso dar su nombre, admitió que la ira contra los sirios estaba fuera de lugar.

AFP