Nunca antes una elección foránea había importado tanto en Venezuela. La que se desarrolla este martes, en Estados Unidos, resulta crucial para el destino de la Unión Americana, pero también para el futuro de la nación caribeña.
En juego está el apoyo al presidente interino, Juan Guaidó, y al Gobierno que encabeza desde enero de 2019. Tras juramentarse como primer mandatario encargado, Guaidó fue reconocido por Washington y, más concretamente, por la administración de Donald Trump.
Desde ese entonces, la Casa Blanca de Trump se comprometió en una cruzada que tiene como objetivo defenestrar al dictador venezolano, Nicolás Maduro.
Por ese motivo, el Ejecutivo estadounidense ha tenido un rol clave en la recuperación de varios de los activos venezolanos que se encuentran en el extranjero, pero que estaban secuestrados por la tiranía.
Washington también ha permitido que se utilice su sistema bancario para congelar los fondos que fueron robados por el madurismo. Parte de ese dinero se empleó, de manera posterior, en el financiamiento de proyectos de la Presidencia Encargada de Venezuela.
Con Donald Trump a la cabeza, Estados Unidos también ha liderado una tanda de sanciones económicas y comerciales, que han torpedeado a Nicolás Maduro, a varios de sus funcionarios y a las empresas bajo su control.
Con ello, el Ejecutivo estadounidense ha logrado mermar el rango de acción del régimen, reduciendo su capacidad para hacer negocios en el extranjero y obligándola a refugiarse en aliados ideológicos como China, Cuba, Irán, Rusia y Turquía.
Esas prácticas se mantendrían vigentes si es Donald Trump quien llega a continuar en la Oficina Oval. En caso contrario, la realidad podría dar un giro de 180 grados.
La semana pasada, un reportaje del diario “The New York Times” (NYT) reveló las supuestas intenciones de Joe Biden, el rival demócrata de Trump, de establecer conversaciones directas con Nicolás Maduro.
Según el asesor de Biden que habló con NYT, la idea sería aprovechar esos diálogos para presionar a Maduro, con tal de que acepte unas elecciones presidenciales libres, justas y verificables.
El enfoque no implica, necesariamente, que una posible administración Biden le daría la espalda a la oposición venezolana. Sin embargo, el reconocimiento a Juan Guaidó o la vigencia de ciertas sanciones sí quedarían pendiendo de un hilo.
Por otro lado, el ex vicepresidente intentaría abrir caminos para que los venezolanos que han huido a Estados Unidos puedan regularizar su estatus migratorio. Sobre la mesa está la eventual aprobación de un Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés).
Esa medida, descartada de momento por los republicanos en la Casa Blanca y en el Congreso, brindaría alivio a los inmigrantes venezolanos que se encuentran en suelo estadounidense, pero que permanecen en la sombra.