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La incomunicación agrava el dolor de los huidos de Mariúpol

Viktor Zarubin tuvo suerte al escapar de Mariúpol hace seis semanas. Pero sin cobertura telefónica en la devastada ciudad ucraniana, su tormento es tratar de contactar con los familiares que se quedaron para saber si siguen vivos.

«He intentado llamarlos y enviarles mensajes en varias aplicaciones. También he intentado contactarlos a través de voluntarios», dijo recientemente el estudiante de 22 años a AFP.

Pero no tuvo éxito.

«¿A lo mejor sus casas quemaron? ¿Puede que ya no tengan un teléfono?», se preguntaba el joven que todavía mantiene la esperanza.

Los residentes de Mariúpol entrevistados por AFP explican que la cobertura telefónica en la estratégica ciudad portuaria asediada por las tropas rusas se perdió el 2 de marzo, poco después del inicio de la invasión.

Desde entonces, sus habitantes se han quedado con pocas formas de comunicarse entre ellos o con el mundo exterior.

Con la ciudad bajo intensos bombardeos, los locales tenían que moverse de un refugio a otro, buscando el lugar más seguro.

Una vez, Zarubin tuvo que cruzar la ciudad bajo las bombas para decirle a su amada que se había mudado a otro lugar.

«Iba a ir a casa de unos familiares y escribí la nueva dirección en un trozo de papel y lo dejé fuera de su puerta o a un vecino. Así es cómo me comunicaba», recuerda Zarubin en una entrevista telefónica con AFP desde el oeste de Ucrania, donde vive ahora.

Solo había señal telefónica en algunos puntos de la ciudad e, incluso allí, era «muy mala», explica.

Gracias a algún tipo de milagro, el 14 de marzo Zarubin pudo llamar a un amigo, que le aconsejó una ruta para escapar de la ciudad por el territorio todavía controlado por los soldados ucranianos.

Al día siguiente, Zarubin, sus padres y dos amigos huyeron. Afortunadamente, su hermano menor Andriy, al que la familia no había podido informar de la marcha, pudo dejar la ciudad por su cuenta dos días después.

 

– Separado de su esposa –

 

Pero un amigo de Andriy, al que se refiere con el seudónimo de Yevguen, decidió quedarse en Mariúpol en su casa familiar junto a sus padres. De vez en cuando, Yevguen conseguía cobertura para mandar un mensaje a su amigo y decir que estaba bien.

En dos ocasiones, Andriy pudo contactar con Yevguen a través de la aplicación de mensajería Telegram gracias a Fenix, un operador telefónico local activo en el territorio controlado por los separatistas prorrrusos en la región de Donetsk, que combaten a Kiev desde 2014.

Pero los residentes de Mariúpol temen que sus llamadas sean interceptadas por Moscú. Además, aseguran que Fenix no proporciona llamadas directas a Ucrania y no permite al usuario identificar las llamadas entrantes.

Valeriy, un habitante de 60 años que realizó un viaje de negocios a Kiev días antes de empezar la guerra, explica que lleva 47 días interminables sin poder escuchar la voz de su mujer desde hace 45 años.

«Es la cosa más dura que me ha pasado», dijo.

Valeriy, que también usa un seudónimo para proteger su identidad, dijo que su esposa ha sido llevada a Rusia.

«Solo tengo un deseo: que la guerra termine y pueda verla otra vez», afirma.

Andriy Zarubin se teme lo peor en el caso de su amigo.

La última vez que escuchó de él, el joven esperaba enfrente de lo que llaman centros de filtración. Son unas instalaciones donde, según los relatos de testigos, las tropas rusas y prorrusas interrogan a los residentes para identificar quiénes se mantienen fieles a Kiev.

Aunque Yevguen no tiene conexión con las tropas ucranianas, Andriy teme que lo hayan tomado por un saboteador o lo hayan reclutado de forma forzosa en el ejército ruso. Desde ese día, no sabe nada nuevo de él.

AFP