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Medición de nieve en Colorado anticipa un «año húmedo» en el oeste de EEUU

En lo alto de un valle blanco deslumbrante y lleno de árboles en las Montañas Rocosas, dos científicos armados con esquís y portapapeles clavan un largo tubo en una prístina capa de nieve y observan su interior.

«Veinticuatro pulgadas (61 cms), no está mal», dice Brian Domonkos, antes de tomar el cilindro metálico, ahora relleno de nieve, y engancharlo a una báscula portátil que cuelga del bastón de esquí de su colega.

La medida se toma en el mismo punto con esta técnica cada invierno desde 1966 para determinar la cantidad de agua contenida en este crucial manto de nieve del estado de Colorado, en el noroeste de Estados Unidos.

La información obtenida en este remoto y pintoresco valle que parece de otro planeta es indispensable para calcular cuánta agua llegará a las resecas y extensas ciudades del oeste de Estados Unidos durante el verano boreal.

«Entre 50% y 80% de toda el agua que usamos en el oeste proviene del deshielo de la montaña», explica Domonkos.

Este año hay mucho en juego. Después de más de dos décadas de sequía, exacerbada por el cambio climático causado por la acción humana, los gigantes embalses de la región bajaron a niveles récord.

Aunque el invierno trajo lluvias de proporciones bíblicas a las ciudades costeras, buena parte del agua ya drenó y salió al océano Pacífico.

Así que es esta nieve, amontonada entre pinos en la cima de la meseta de Colorado a unos 3.000 metros de altitud, que determinará la cantidad de agua disponible en las lejanas urbes en los próximos meses de sequía.

 

– Entre alces, ciervos y osos –

Además de realizar las mediciones, empleados del Centro de Nieve de Colorado, como Domonkos, chequean y reparan las estaciones de monitoreo de alta tecnología distribuidas en las Montañas Rocosas.

La información que recaban permite a los científicos predecir el manto de nieve anual, trabajo que es una «enorme responsabilidad», dice su colega Nagam Gill.

Su producción es esperada con impaciencia por todos, desde los complejos locales de esquí, hasta los operadores de vehículos barrenieves, los silvicultores y generadores de energía hidroeléctrica del estado.

Pero aún más crucial es la obligación que Colorado tiene de compartir un porcentaje del agua que recibe anualmente con los estados corriente abajo.

Si se calcula mal el manto de nieve anual y se envía más agua de la debida al río, «nunca vas a recuperarla», advierte Domonkos.

A pesar de los desafíos, los dos científicos cuentan que el trabajo tiene sus ventajas.

Sus deberes los llevan con frecuencia, con esquíes, zapatos o carros de nieve, a hermosos y resguardados picos y valles de Colorado, Nuevo México, Arizona y Wyoming.

Algunos trabajan en lugares distantes como Alaska, y se desplazan a los parajes más remotos a caballo o helicóptero.

«Es un trabajo de ensueño», dice Domonkos quien ocasionalmente interrumpe la entrevista para calmar la sed con un puñado de la blanca nieve que toma del suelo.

Con frecuencia avista alces y ciervos, cuenta, y ya se tropezó con osos grises «una considerable cantidad de veces» cuando trabajaba en Montana.

 

– «Un año muy húmedo» –

Durante la visita de AFP a Mosquito Creek, al este de la divisoria continental de América, el manto de nieve se ha mantenido relativamente similar a años previos

Pero no es igual en la mayor parte de la región.

En la cuenca del río Colorado, que comienza al otro lado de la montaña y baja hacia California, la nieve está «un poquito mejor», dice Domonkos.

De hecho, según el científico Paul Miller, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica está «viendo cifras realmente enormes» de deshielo que «se prevé fluirán hacia los embalses de toda la cuenca alta del río Colorado» este verano.

Los complejos modelos computarizados del grupo científico ahora incluyen datos de imágenes por satélite y de aviones, pero aún «dependen en gran medida» de estas mediciones en la nieve que realizan desde hace décadas, declaró a la AFP.

¿Su conclusión? «Este va a ser un año muy húmedo», dijo Miller.

Se espera que 11 millones de acres-pies de agua lleguen al lago Powell (el principal embalse de la cuenca), casi el doble del promedio anual de 6,3 millones.

Un acre-pie es un acre cubierto de agua a un pie de profundidad, equivalente aproximadamente a la mitad de una piscina olímpica.

El lago Powell y el Mead (otro gigantesco embalse, próximo a Las Vegas) están a un cuarto de su capacidad, pero «estos números nos elevarán probablemente al 30% o 35%», dijo Miller.

Según previsiones actuales, este será el noveno año más lluvioso de la historia de la cuenca. Si persisten las bajas temperaturas y las nevadas, podría situarse entre los cinco primeros.

Pero en la montaña, Domonkos, abrigado con una chaqueta de esquí azul, gafas de sol y un gorro, se mantiene cauto.

La sequía se ha prolongado tanto, advierte, que «va a llevar varios años superarla».

AFP