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Inmigración

Carteles mexicanos extorsionan a migrantes: Así fue la historia de una familia venezolana

Laura, su esposa e hija de tres años fueron detenidos cuando se disponían a salir del Aeropuerto Internacional Quetzalcóatl en Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas, al norte de México.

A la mujer la pareció extraña la forma en que hombres que estaban vestidos de policías los apuntaran con sus teléfonos al salir del avión como si estuviesen haciendo videos de la familia y del resto de los pasajeros, reseñó BBC.

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Sin embargo, la emoción no los detuvo debido a que llevaban su cita programada a través de la aplicación CBP One con las autoridades migratorias de Estados Unidos impresa en un papel y ya habían llegado a la frontera de México, es decir, estaban a escasos 13 kilómetros y menos de 24 horas de cruzar legalmente.

A pesar de esto, hombres que se identificaron como el Cartel de los Zetas, les exigieron cancelar un total de US$1.200 por persona a cambio de permitirles asistir a una cita con las autoridades migratorias de EE.UU. que habían concertado a través de la aplicación CBP One.

Cabe destacar que tanto Laura como su familia son venezolanos. Emigraron para escapar del asedio de un grupo criminal que buscaba extorsionarlos en la ciudad de Maracaibo, pero llegaron a México y volvieron a repetir la misma historia.

Después de que perdieron la cita, los captores obligaron a la familia a abordar un autobús que los llevó fuera de Tamaulipas y les advirtieron que no volvieran nunca más, reseñó BBC.

LOS TAXIS EN MÉXICO PARA LOS MIGRANTES

El día de la llegada de los venezolanos al aeropuerto, la pareja buscó tomar un taxi dentro de las instalaciones, pero los conductores se negaron por ser extranjeros. Sin embargo, Laura decidió solicitar uno a través de la aplicación de taxi Didi, recomendado por otros venezolanos que previamente les habían comentado que Nuevo Laredo era una ciudad peligrosa.

En un semáforo, un auto gris bloqueó su camino cuando se detuvieron en un semáforo, descendiendo de él dos hombres jóvenes con tatuajes en el cuello y las manos.

“¿Para dónde van? ¿De dónde son ustedes?”, preguntó uno de los hombres, mientras el otro vigilaba la luz del semáforo. “Venimos de Ciudad México, venimos de visita”, recuerda Laura que respondió mientras abrazaba a su hija.

“Mi acento venezolano nos delató, de inmediato se dieron cuenta de que no éramos de allí”, contó a BBC Mundo la mujer de 33 años desde un refugio de migrantes en el norte de México, donde pidió el resguardo de su verdadera identidad y la de su familia por temor a represalias.

Al cambiar la luz del semáforo, nadie intervino y uno de los hombres ordenó que se detuviera, mientras que la mujer le pedía al conductor que no lo hiciera.

“Discúlpenme, no puedo hacer nada. Después arremeten contra mí”, fue la respuesta del chofer.

«Me dio una crisis. Empecé a gritar, pensé en tirarme del carro con la niña, pero no quería lastimarla» pensó Laura mientras su esposo tenía la misma idea, pero no les alcanzó el tiempo para realizar su estrategia. 

Luego de obligarlos a montarse en el carro de la emboscada, a los venezolanos los trasladaron hasta un hotel abandonado, allí Laura vio un revólver 38 en la recepción y posteriormente ingresaron hasta una habitación donde permanecían alrededor de 15 personas, todas eran pasajeros del avión que llegó a Nueva Laredo desde Ciudad de México.

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“Al rato apareció un hombre que nos dijo: ‘Tienen que buscar US$800 por persona para que puedan salir. Si no nos dan el dinero, no van a su cita’”, cuenta Laura.

“Nosotros somos del Cartel de los Zetas. Tengan cita o no tengan cita, ustedes no tienen derecho a estar aquí. Por eso tienen que pagar por el suelo que están pisando. El suelo de Nuevo Laredo cuesta US$20.000 pesos’”.

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A pesar de ser consciente de su falta de recursos, Laura compartió con su madre la difícil situación en la que se encontraban. «Nos han tomado como rehenes y nos están chantajeando con la cita de Migración», reveló.

La madre de Laura se mostró notablemente inquieta y ofreció la posibilidad de empeñar la única propiedad que poseía: su casa en Maracaibo. Aunque Laura agradeció el gesto, la urgencia de la situación no permitía esa opción. La pareja también contactó a otros familiares en busca de ayuda financiera, pero ninguno estaba en condiciones de otorgarles un préstamo.

Gracias a las transferencias realizadas por familiares que residían en Estados Unidos, una familia cubana pudo reunir la suma de US$9.600 en menos de 24 horas, equivalente a US$1.200 por cada uno de sus ocho integrantes. Los individuos que los retuvieron ofrecieron llevarlos hasta el Puente Internacional de Las Américas para asegurar que llegaran puntualmente a su cita.

Pasado el mediodía, uno de los captores solicitó el teléfono móvil de Laura para examinarlo. «Revisó todas las conversaciones y verificó que no teníamos a nadie que pudiera respaldarnos económicamente», comentó Laura.

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Los miembros de la familia venezolana y otros migrantes que no pudieron pagar y perdieron su cita aquel día fueron conducidos a un terminal de autobuses. Mientras los forzaban a subir a uno con rumbo a la ciudad de Monterrey, ubicada en el estado vecino de Nuevo León, les tomaron nuevamente fotografías y les advirtieron que no valía la pena presentar una denuncia a la policía.

«No se atrevan a regresar a Nuevo Laredo. Tengan presente: aquí nosotros tenemos el control», fue el mensaje contundente que recibieron.

 

Con información de: BBC