evtv
Inmigración

Los migrantes, atrapados entre la policía y los pasadores en el norte de Francia

Annecy's residents gather to support the victims and their families in Annecy on June 11, 2023, following the attack by a Syrian refugee who stabbed six people, including four young children. Public prosecutor Line Bonnet announced on June 10, 2023 that the Syrian refugee detained over the stabbings, named as Abdalmasih H, had been charged with "attempted murder". The attack left the normally peaceful lakeside town in shock. Hundreds of people lay flowers, soft toys and heart-shaped balloons at the site of the attack. (Photo by JEAN-PHILIPPE KSIAZEK / AFP)

Es noche cerrada y varias sombras se dibujan en las dunas. Preparados para la carrera de persecución contra los policías que les espera, unos 200 migrantes irregulares se disponen a cruzar por mar hacia Inglaterra desde el norte de Francia.

Hace ya tres semanas que un «fuerte viento del noreste» impide que los barcos zarpen, paralizando las travesías y la actividad de quienes negocian con ellas, explica una fuente policial. A las endebles embarcaciones neumáticas que utilizan los pasadores, en general sobrecargadas de personas, les es imposible enfrentar el embate de las olas y las corrientes marinas.

Pero hoy el viento ha cesado y hace un tiempo ideal. En los campamentos que hay cerca, el flujo de recién llegados es constante. Para los pasadores «es preciso que se vayan, rápidamente», agrega la fuente.

Varias decenas de policías están alerta, repartidos por las callejuelas oscuras, el camping y la playa. El juego del gato y el ratón está a punto de empezar en este tramo agreste del litoral francés, repleto de escondrijos.

En el mar, el agua del canal de la Mancha es glacial, y cruzarlo te puede costar la vida.

Desde el naufragio ocurrido en 2021 que dejó 27 muertos, la vigilancia se ha reforzado. Pero eso no ha disuadido de sus planes a los miles de migrantes que cada año intentan alcanzar las costas británicas arriesgando su vida: 46.000 lograron llegaron a Inglaterra en 2022 y 8.000 fueron rescatados en aguas de Francia, según las autoridades.

 

– «Saben que estamos aquí» –

 

Un sol anaranjado resplandece sobre el mar, límpido. Solo las gaviotas y el rugir de la central nuclear que hay cerca rompen el silencio.

Por equipos de cuatro, los policías van peinando las áreas boscosas y la maleza, donde los pasadores suelen esconder el material. «Saben que estamos aquí, esta noche no va a ocurrir», señala uno de ellos.

Pero, de repente, quince siluetas emergen en medio de la noche, en lo alto de las dunas.

Vestidos de negro y con semblante tranquilo, estos cómplices de los pasadores merodean por la zona, en un aparente desafío a las patrullas, que se alejan. En ese momento, emprenden una coreografía, mil veces ensayada, en la que combinan la búsqueda de localizaciones con repliegues tácticos a sus posiciones iniciales, en función de los movimientos de los agentes.

Después de las 07H00, parece que los policías se han ido por fin y decenas de siluetas aparecen entre la arena, más nerviosas y con paso vacilante. Son unos 80 migrantes, muchos de ellos hombres jóvenes, que se mueven apiñados en dirección Este para ocultarse cerca de la central.

Les siguen dos grupos más. Primero, unos cuarenta hombres, algunos de ellos con chalecos salvavidas blancos, que corren a esconderse hacia el oeste, con algunos niños, de los que algunos apenas pueden ni caminar.

En ocasiones, son los propios migrantes los que cargan con las partes del barco.

 

 

– Rabia –

 

Luego, unos sesenta se sitúan en el centro. Hay mujeres, parejas, más de una decena de niños y varios ancianos, incluido uno que cojea.

La salida se produce a las 08H00, sin el menor ruido. El grupo que se escondía más al este baja por la cuesta cargando con dos «small boats» (barcos pequeños) medio hinchados. En el centro, las familias corren hacia al mar, con los niños en brazos. Dos niñas se agarran fuerte de los adultos, una con una chaqueta dorada, y la otra con un suéter rosa.

De repente, se oye un fuerte grito.

Desde el oeste, dos autos con la palabra «policía» estampada irrumpen en la playa, avanzando por la arena. Otros agentes les siguen, corriendo.

Las madres se detienen, perdidas. Al este, algunos continúan corriendo, en vano, hasta el agua. Otros dan media vuelta y escalan la duna, confusos.

Los policías no arrestan a nadie, pero obligan a los migrantes a volver al punto de partida.

Presa de la rabia, una mujer tira su chaleco salvavidas al suelo. Otros, con semblante triste, desanimado, tratan de asimilar lo que ha pasado. Según dicen, vienen de Irán, de Afganistán, de Irak, de Vietnam.

Están dispuestos a todo para llegar a Inglaterra. El peligroso viaje cuesta entre 2.500 y 3.000 euros (entre 2.700 y 3.200 dólares), según ellos. En general, el dinero se da a una tercera persona y los pasadores no lo cobran hasta que los migrantes no llegan al Reino Unido.

«Lo he intentado ya cuatro veces», cuenta un joven afgano. «Lo volveré a intentar».

AFP