En la mesa dispuesta para los migrantes rescatados a bordo del «Geo Barents», el mapa de África aparece con distintos colores vivos: amarillo, verde, morado o rojo. Todos, menos uno que está de negro: Libia.
A bordo del barco ambulancia desplegado por Médicos Sin Fronteras (MSF) en el Mediterráneo, los exiliados rescatados intentan curar las heridas de las torturas sufridas en un país convertido en tierra de tránsito, donde la violencia contra las poblaciones migrantes deja cicatrices indelebles.
«No hay gobierno en este país. No hay leyes», dice John, con un rotulador en la mano. Llegado a Libia en 2018 tras cruzar Etiopía y Sudán, este eritreo dice haber pasado cuatro años en el país norafricano.
«Fui secuestrado en Alkufra y vendido a traficantes. Y luego a otros. Me ataron, me golpearon, me electrocutaron», cuenta al médico de MSF.
El joven sabía de los riesgos del camino, pero la búsqueda de Europa parece valer los sacrificios: «Sabemos que es peligroso, pero queremos llegar a Italia».
Filimon Kesete, un eritreo de 17 años, tiene cuatro cicatrices en su pierna derecha. Fue secuestrado también en Alkufra, en el sureste de Libia, y estuvo retenido nueve meses.
«Me obligaban a llamar a mis familiares cada semana para pedir dinero», relata. Dice que como no podía pagar lo ataron con las manos a la espalda y por los pies, y lo arrastraron por el suelo en un contenedor.
– «En todas partes te roban» –
«En todas partes en Libia te roban, te golpean», agrega Eladj Ndiaye, un senegalés de 19 años que dice haber sido apresado, luego golpeado en la cabeza y la cara con una botella de vidrio, dejándole una cicatriz en el cuero cabelludo y un corte bajo el labio.
A bordo del Geo Barents, los múltiples testimonios recogidos por la AFP describen a Libia como una prisión de la cual solo se escapa a un alto precio de rescate o de una riesgosa huida.
Traumatizados, varios migrantes rechazan dar testimonio por temor a represalias contra sus familiares atrapados en Libia.
«Muchos sobrevivientes sufrieron violencia y a veces tortura durante su viaje. Algunas de estas lesiones pueden causar problemas a largo plazo, en el hombro, en los brazos, que afectan su motricidad. También vemos heridas de bala, quemaduras y signos de electrocución», describe Mohammed Fadlalla, médico de MSF.
Las palizas con palos, culatas de rifles o cuchillos, la electrocución, la suspensión por las muñecas, las uñas arrancadas, las quemaduras con plástico derretido o el alcohol rociado sobre la piel son algunos de los abusos infligidos, además de la falta de higiene y alimentación en la detención, informa MSF.
Ante esas lesiones, los equipos de la clínica flotante examinan y dan los primeros auxilios antes de que las víctimas desembarquen y reciban tratamiento hospitalario.
«Muchos de ellos sufren trastornos psicológicos, caracterizados por el miedo, la dificultad para conciliar el sueño, los flashbacks, la ansiedad, la depresión», dice el doctor Fadlalla, al destacar la importancia de «la empatía y la amabilidad» hacia las víctimas.
– «Hacer avanzar los derechos humanos –
El barco-ambulancia es el primer lugar donde las víctimas pueden hablar con seguridad.
«Los examinamos y describimos las lesiones, las circunstancias, que pueden servir de pruebas y quizás hacer avanzar los derechos humanos», espera Fadlalla.
En octubre de 2021, un informe de la ONU mencionó «crímenes contra la humanidad» contra los migrantes en Libia.
Esta situación «no puede seguir siendo ignorada. La cooperación de la UE con los guardacostas libios en la interceptación de embarcaciones de migrantes es indefendible», declaró a la AFP Jelia Sané, abogada especializada en refugiados del bufete londinense Doughty Street Chambers.
«Los Estados europeos deben centrar sus esfuerzos en establecer rutas migratorias seguras y legales, ofrecer protección jurídica a quienes llegan a sus costas y, en el caso de las víctimas de la tortura, garantizar el acceso a la rehabilitación de acuerdo con el derecho internacional», agregó.
AFP