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Inmigración

Traficantes de cocaína se aprovechan de la extrema pobreza de la población y de migrantes en Guayana

El arrepentimiento se lee en los ojos de Tonio (nombre modificado), un joven con largas rastas y tatuajes en el rostro. Plagado de deudas y sin trabajo, este guayanés de 27 años se resignó a ser «mula».

«Necesitaba dinero, no tenía otra solución», explica el joven de Cayena, capital de la Guayana Francesa, un departamento francés ubicado en Sudamérica.

El año pasado, 24 horas antes de su vuelo a París, ingirió óvulos de cocaína y escondió «coca» en sus zapatos. 800 gramos en total. «No es complicado, basta con tener los contactos adecuados», asegura.

Su viaje hubiese podido reportarle algunos miles de dólares, pero fue interceptado en Francia y encarcelado.

Cada año, cientos de «mulas» son arrestadas en el aeropuerto de Cayena, con el equipaje o el estómago cargado de cocaína sudamericana. Hombres, mujeres –a veces embarazadas– e incluso menores.

«Cualquiera» puede ser un contrabandista, afirma Tonio, que fue liberado tras cumplir su condena en una cárcel en Cayena.

Las autoridades estiman que una treintena de «mulas» consigue embarcar en cada vuelo diario entre la Guayana y Francia continental. Una estrategia bien organizada para saturar los dispositivos de control.

Para los traficantes, las ganancias son enormes. El kilo de cocaína, comprado a 4.500 euros (4.770 dólares) en Guayana o 3.500 euros (3.710 dólares) en Surinam, puede revenderse hasta 35.000 euros (37.100 dólares) en Francia continental. Después es cortada y revendida hasta tres veces más cara.

Las «mulas» reciben entre 3.000 (3.180 dólares) y 10.000 euros (10.600 dólares) por viaje, dependiendo de la cantidad transportada.

– Centro de tráfico de cocaína –

La Guayana Francesa se ha convertido en uno de los «principales centros» del tráfico de cocaína, comenta una fuente cercana al caso. Al menos 20% de la cocaína consumida en Francia continental procede de allí.

Las redes cuentan con abundante mano de obra ya que se aprovechan de la extrema pobreza de más de la mitad de la población y de los migrantes ilegales llegados de Surinam, antigua colonia neerlandesa.

El centro de este tráfico se encuentra en la región de Saint Laurent de Maroni, que está rodeada por un río que separa la Guayana de Surinam a lo largo de 500 km.

A falta de escuelas –la construcción de nuevos establecimientos apenas puede seguir el crecimiento demográfico– o de empleo, muchos de sus 50.000 habitantes ceden al dinero fácil de la «coca».

El viaje de las «mulas» comienza en Albina, a diez minutos de piragua, en la orilla surinamesa del río Maroni.

Cuando las temperaturas son clementes se ven ir y venir piraguas. Se necesitan solo unos pocos dólares para cruzar los dos kilómetros que separan ambas orillas.

Los guayaneses acuden allí para hacer las compras, más baratas, o llenar bidones de gasolina. Es también en esta ciudad de 5.000 habitantes que las «mulas» se cargan en cocaína.

Julia y Lydia (nombres modificados) –descendientes de esclavos africanos de Surinam– siguieron este camino. Ese día tienen cita en Saint Laurent de Maroni para un taller de reinserción.

– Ruta de la coca –

Julia, joven madre surinamesa de dos niños, estuvo dos años en prisión, primero en la periferia de París, luego en Rémire, en Guayana.

«Conocemos los riesgos» pero «cuando no tienes elección, ¿qué haces? Vas a la cárcel así después eres libre y te dejan en paz. Yo pagué mi deuda», dice.

«Los traficantes me prometieron 15.000 euros (15.900 dólares) si transportaba 3,5 kilos», añade.

Lydia fue arrestada en el aeropuerto con 4,5 kilos.

Para el transporte algunos se entrenan tragando pequeñas salchichas, otros se tragan los óvulos con aceite y gaseosas.

Para no expulsar la mercancía, se atiborran de medicamentos antidiarreicos.

Una vez cargados, los traficantes se dirigen a Cayena. La mayoría de las veces lo hacen en un taxi colectivo.

Estos vehículos son generalmente controlados por gendarmes.

«Se hicieron varias incautaciones (en septiembre). Dos fueron en controles de carretera. Encontramos 4 kg en total, de los cuales 1,7 kg en forma de óvulos», se felicita un suboficial.

El tráfico se intensifica a media jornada, horas antes de que salgan los vuelos con dirección a París.

– Protocolo especial –

Este es el primer filtro. Después, la policía y los funcionarios de aduanas, que suelen tener pocos minutos para detectar a los sospechosos, controlan a los pasajeros en el aeropuerto, con ayuda de perros entrenados. En 2021, 512 «mulas» fueron arrestadas y se incautaron 1.260 kg de cocaína.

Ese día, un perro de la policía fronteriza olió cocaína y «marcó» a dos jóvenes. Los oficiales los llevaron a la comisaría. El análisis de orina de uno de ellos dio positivo. Fue inmediatamente detenido y trasladado a la unidad médico-judicial del hospital de Cayena para una radiografía.

En caso de presencia de cuerpos extraños en la imagen, la persona es trasladada a urgencias para atención médica.

Se inicia entonces un protocolo especial que consiste «en una hospitalización en la unidad de habitaciones seguras donde la persona permanecerá hasta la expulsión de todos los óvulos, entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas», detalla el doctor Karim Hamiche, jefe del servicio de medicina legal.

La solidez de los óvulos mejoró pero el peligro persiste.

«En abril, un hombre de 37 años se desmayó en la calle en Cayena y murió en el hospital. La autopsia reveló que tenía más de un kilo de cocaína dentro del cuerpo», recuerda Hamiche.

Provenientes de Cayena, los 305 pasajeros del vuelo Air Caraïbes del día descienden de la aeronave en el aeropuerto parisino de Orly. Entre ellos, un joven con chaqueta negra llama la atención de los aduaneros.

Acaba de cumplir 18 años. Oriundo de Saint Laurent de Maroni, parece vacilar. Después de pasar por el baño, su equipaje es sometido a rayos X. Los aduaneros extraen de su capucha un bloque de más de un kilo de cocaína.

– Escáners –

Llorando, el joven reconoce haber ingerido algunos óvulos y haber insertado otros en su recto. Primero afirma que quería revender la droga él mismo, pero termina confesando que alguien lo esperaba en el aeropuerto para recuperarla. Importe prometido por el viaje: 8.000 euros (8.475 dólares).

¿Cómo disuadir a las «mulas»? Antes de que el trayecto Cayena-Orly se convirtiera en la principal ruta, los traficantes favorecían el trayecto entre Surinam y el aeropuerto Schipol de Ámsterdam, en Países Bajos.

El flujo de cocaína se redujo gracias al control sistemático de todos los pasajeros a través de escáneres especializado.

«Cuando tengamos un escáner aquí (en el aeropuerto de Cayena) el problema se resolverá rápidamente. Será disuasorio», asegura una fuente cercana al caso.

Otros piensan que la respuesta debe ser preventiva, como la abogada cayenesa Saphia Benhamida. «Siempre habrá gente pobre aquí, así que siempre habrán ‘mulas’. Más policías en Orly no cambiará las cosas», argumenta.

«Si hubiera escuelas, trabajo y transportes en Saint Laurent de Maroni el tema sería diferente», zanja.

AFP.