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Sistema de salud venezolano enfrenta déficit de enfermeros de entre 85% y 100%

“Flor, no te vayas, no nos dejes”, le imploran los pequeños pacientes a Flor Pérez, enfermera del servicio de medicina 3 del Hospital de Niños J.M. de los Ríos. Ese servicio pasó de tener ocho enfermeras, a sólo tres profesionales que trabajan sin días libres y por un salario que no supera los siete dólares al mes.

“Es horrible. Los servicios se están quedando solos después de las 3 de la mañana. La supervisora nos deja ir mientras no haya pacientes de cuidado, pero imagínate, ¡en un hospital todos los pacientes son de cuidado! Hay días en los que me toca a mí sola y mi conciencia me dice que no me debo ir en la madrugada”, contó Pérez, a quien sus propios niños esperan en casa.

La enfermera confirmó que la situación del servicio de medicina 3 se ve en todos los servicios del que fuera el hospital pediátrico bandera del país. En diciembre, el servicio de neurología cerró del todo.

Como en las noches no hay enfermeras, quienes “reciben” la guardia nocturna son las madres. “Hay mamás que nos dicen que ellas mismas han tenido que montarle los tratamientos a sus hijos, en lugar de ir a Dirección a exigir que el personal lo haga. Las mamás siempre están cabizbajas, no tienen guantes ni sábanas descartables. Ellas no deberían estar haciendo el trabajo del personal de enfermería, lo hacen porque no hay alternativa”, explicó Pérez.

“Muchas veces ni siquiera podemos tomar un momento para ir al baño pues no hay quien nos cubra. En estos días tuve que ir al baño de otro servicio pues el del mío estaba inmundo y cuando regresé, a una paciente se la habían llevado a emergencia por una reacción adversa al tratamiento. ¡Ni siquiera nos podemos mover para ir al baño!”, lamentó Pérez.

El servicio de medicina 3 solía atender a 17 pacientes y actualmente atiende a 9. Aún con esa reducción de pacientes, el déficit de personal de enfermería representa un problema. Como mínimo, se necesitan seis enfermeras por guardia, tres para cada turno.

“He pensado en salir corriendo y renunciar. Muchos colegas regresaron en diciembre sólo para meter la renuncia y nos preguntaban cómo hemos aguantado tanto. En mi caso es más fuerte el apego que le tengo a mi carrera. Este trabajo es estresante pero también libero estrés. Los niños con quienes trabajo necesitan de mí, ellos mismos me dicen que no me vaya. Ese es un apego que te mueve el piso. Para los que quieren su carrera por vocación, no es fácil dejarla”, dijo Pérez.

La licenciada forma parte del cada vez más menguado número de profesionales de enfermería que aún ejercen en el país. En 2018, la última cifra oficial reportada por el Estado a la Organización Mundial de la Salud, daba cuenta de 27.200 enfermeros en Venezuela para un déficit superior a 75%. La llegada de la pandemia de COVID-19 a Venezuela aceleró el proceso de deserción a niveles críticos.

 

“Estamos viendo la destrucción del sistema de salud”

“Desde noviembre de 2020 comenzamos a detectar una masiva migración interna del personal de salud, que renuncia o pide su jubilación para salirse del sector público buscando otras fuentes de ingreso, no necesariamente en el sector salud. Las renuncias en el gremio de enfermería son altísimas. Lo que estamos viendo es la destrucción del sistema de salud exclusivamente desde el punto de vista del recurso humano. Ni hablar del equipamiento y la infraestructura”, aseguró Jaime Lorenzo, especialista en Salud Pública y actual director de la ONG Médicos Unidos de Venezuela.

Del equipamiento y la infraestructura de los 47 hospitales públicos designados como centinelas para atender a pacientes con COVID-19, se supo gracias a una investigación de la Alianza Rebelde Investiga que los mismos carecen de los insumos más básicos, como agua, camas hospitalarias, respiradores y rayos X, desmintiendo así la supuesta preparación de la gestión de Nicolás Maduro para hacer frente a la pandemia.

“¿Cuándo la renuncia del personal se convierte en un problema de salud pública? Cuando empiece a haber una mortalidad que pudo haberse evitado si hubiese estado el personal preparado y adecuado para atender la emergencia en los hospitales”, explicó Lorenzo, quien agregó que muchos hospitales del país ya están enfrentando esa situación.

Lorenzo citó el caso del Hospital Central de San Cristóbal, estado Táchira, en el que por cada 30 pacientes hay una sola enfermera, y el Hospital Centinela de Mérida, donde cinco enfermeras debían atender 50 pacientes.

“Eso es un cierre técnico de un servicio. Imagina el daño y los errores que pueden suceder en el cumplimiento del tratamiento cuando no hay personal suficiente. Todo el sistema de salud está colapsando desde el punto de vista de atención y vigilancia de los pacientes, sin hablar de la situación de las emergencias. Hay hospitales que sólo tienen dos o tres enfermeras en la guardia del turno nocturno”, describió el especialista en Salud Pública.

 

Déficit de enfermeros aumenta riesgo de muerte en hospitales

Una investigación en el servicio estatal de salud del Reino Unido demostró que un personal de enfermería por debajo de lo que normalmente se requería, aumentaba el riesgo de muerte entre 3 y 4 por ciento. Cuando este déficit del personal se daba en la atención a pacientes de alto riesgo, como en una unidad de cuidados intensivos, el riesgo de muerte se incrementaba.

De acuerdo con estándares internacionales, una enfermera en una terapia intensiva debe atender a un solo paciente. En un área de cuidados intermedios es una enfermera para dos pacientes, y en áreas generales es una enfermera para cuatro pacientes.

“Hoy vemos como el personal que labora en el piso 5 del Hospital Pérez Carreño, que dispone de 60 camas para pacientes con COVID-19 (30 para casos sospechosos y 30 para casos confirmados), hay seis enfermeras por turno, es decir, que una enfermera debe atender a 10 pacientes. Eso en el mejor de los casos”, dijo Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermería del Distrito Capital.

Contreras explicó que si la situación en Caracas es crítica, en el resto del país es aún más grave. “Tomemos como muestra la situación del Hospital Oncológico Luis Razetti en Caracas, donde de 800 enfermeras que trabajaban, hoy laboran solamente 180, de las cuales no todas van pues unas están de permiso, tienen patologías o cumplieron sus años de servicio”. Ese déficit es casi del 80%.

La labor gremial de Contreras la ha llevado a recorrer los hospitales de todo el país. Destacó que la situación en el Hospital José Gregorio Hernández de Puerto Ayacucho es grave pues hay guardias en las que trabaja una sola enfermera y en consecuencia el personal ha protestado y amenazado con renunciar.

Táchira, Mérida, Bolívar, Barinas, Apure, Nueva Esparta y Falcón son los estados que Contreras identificó como los más críticos en cuanto al déficit del personal, el cual llega a 100% en algunos turnos nocturnos. La presidenta del Colegio de Enfermería de Distrito Capital contó que en el Hospital Centinela de Coro, Dr. Alfredo Van Grieken, como no hay personal de enfermería en la madrugada, los pacientes reúnen dinero entre todos y pagan la guardia directamente a la enfermera para que los atienda.

“Vemos con mucha angustia el dilema en nuestras enfermeras: quedarnos a hacer lo que amamos, para lo cual nos formamos académicamente, o buscar otros escenarios de vida a través de los cuales no vamos a realizar la labor para la cual nos formamos, pero quizás con otros emprendimientos vamos a tener seguridad de no estar contagiadas y contar con ingresos que nos permitan tener calidad de vida, dentro de lo que cabe en Venezuela”, dijo Contreras.

 

“No voy a seguir subsidiando al Estado”

Cuando Rebeca Echezuría ingresó a trabajar al Hospital Universitario de Caracas había 18 salas de quirófano operativas. A diario había planes de cirugías selectivas de las doce especialidades disponibles, incluyendo cirugía plástica y robótica, laparoscópica.

“Todos los días era un continuo aprendizaje, salíamos de una cirugía y entrabamos a otra. Una dinámica que, para quien ama la profesión, se disfruta un montón. Con el pasar del tiempo se fueron dañando los equipos y la infraestructura y así fueron quedando seis, luego 4, hasta el punto de que actualmente sólo hay 1 o 2 quirófanos funcionando. De ser un equipo de más de 45 enfermeros en turno matutino, hoy son poco más de 20. Nada más en diciembre renunciamos seis compañeros y todos por las mismas razones: encontramos un mejor ingreso y concluimos que ir al hospital no sólo no daba ganancia, sino que además traía pérdidas porque uno termina gastando dinero de otras fuentes para poder ir todos los días”, contó Echezuría, enfermera especializada en el área quirúrgica con once años de experiencia.

“Me daba mucha tristeza dejar el hospital, dejar de hacer lo que amaba y disfrutaba. Yo tengo una especialidad docente y el compromiso de formar a la generación de relevo me amarraba a la idea de seguir yendo. He sido de las que contribuye al entrenamiento del personal nuevo ingreso, pero ya últimamente ni eso porque los nuevos no duran mucho”, dijo Echezuría.

El gasto diario en transporte público, sumado a las peripecias para conseguir efectivo, es una de las razones más citadas entre los profesionales de enfermería entrevistados para dejar su puesto de trabajo.

Con ocho años de experiencia a cuestas, Francis Guillén también renunció a su cargo en el Hospital Pérez Carreño. “Me dolió mucho irme pero cuando puse en una balanza lo que ganaba y lo que gastaba, prácticamente le estaba pagando yo al Estado para ejercer. La mayoría de los enfermeros en Caracas viven fuera de la ciudad y gastan una fortuna para llegar al trabajo. Si gano seis dólares y gasto cuatro en pasaje, ¿qué se supone que haga con dos dólares?”.

Guillén contó que la mayoría del personal redondea su quincena vendiendo algo u ofreciendo otros servicios. “Yo pertenezco a una familia de enfermeros, mis padres, mis tías, mi abuela, mi cuñada y mi hermano somos colegas. Nosotros tenemos un puesto en Catia donde vendemos gel fijador para el cabello, champú, cremas corporales, gel antibacterial y fabricamos jabón líquido. De ese dinero es que vivimos”, apuntó.

Sólo en el Hospital Pérez Carreño renuncian seis o siete trabajadores cada día, afirmó Guillén. El servicio de nefrología cerró y sólo está abierta una de las dos alas de pediatría. “Ese déficit de 85% genera que los que se quedan se sobrecarguen de trabajo. Nosotros somos esclavos del siglo XXI. Encima de que es imposible ofrecer un servicio de calidad, tampoco cobramos nada. Por el tipo de hospital, en el Pérez Carreño debería haber entre 6.000 y 8.000 enfermeros, ahorita hay entre 1.000 y 1.200 cuando mucho. Lo que vivimos es tétrico”, denunció.

Echezuría explicó por qué es tan grave que un hospital, y particularmente un quirófano, se quede sin enfermeras: “Llega un herido y hay que operarlo lo más pronto posible, pero si el equipo que está de guardia está en una cirugía, hay que esperar a que terminen para poder atender al que viene llegando. Ese tiempo de espera es crucial”.

Otro aspecto es la responsabilidad de enfermería en la prevención de infecciones y riesgo de los pacientes durante el proceso quirúrgico. “Somos quienes realizan los procedimientos que garantizan la esterilidad en el área y en cada acto quirúrgico, somos quienes conocemos y preparamos de manera anticipada y oportuna todos los elementos para que una cirugía se lleve a cabo con éxito y sin contratiempos”, argumentó Echezuría.

“La realidad es que hay 20, 30 o 40 pacientes por cada enfermera y ahorita no da ni chance de tomarle los signos vitales a cada paciente como es debido”, lamentó Guillén.

La pandemia aceleró la decisión de renunciar de muchos profesionales, aseguró Guillén, quien relató que al personal le dan una mascarilla N95 mensual, cuando la dotación debería ser diaria. Desde junio de 2020 se ha registrado el fallecimiento de 58 enfermeros con síntomas de COVID-19.

“El personal asume un riesgo enorme de contagiarse dentro del hospital. La responsabilidad de salvarle la vida a una persona cuando no tienes los recursos mínimos para ello es agobiante. Todos los días sientes que luchas en contra del sistema”, dijo Guillén.

La experiencia docente en la Escuela de Enfermería de la Cruz Roja lleva a Echezuría a ver con alarma el futuro de la profesión. “Me preparé para dar lo mejor de mí, para ser excelente no sólo en el área asistencial sino también en el área docente, de investigación y gerencia. Siento que me estoy poniendo vieja sin ver el fruto de mi esfuerzo. Cada vez se notará más la ausencia de las que cuidamos, porque enfermería no sólo administra tratamientos, también cuida el hospital, al paciente, a los médicos y a los familiares. Es lamentable decirlo, pero si esto sigue así se notará también en la calidad de los profesionales que están en formación, en las pasantías cuando los estudiantes busquen orientación y no la encuentren, y en la eficiencia y altura profesional que ha caracterizado a la enfermería venezolana hasta ahora”.

 

Fuente: RunRunes.