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Entre lágrimas de ira, soldados israelíes reciben sepultura

Israel preparado para recibir rehenes secuestrados por Hamás
Militares israelíes (referencial) - Foto: AFP

Bajo una noche pesada y oscura, los funerales de jóvenes soldados israelíes muertos a manos de Hamás se celebran sin interrupción y en el más absoluto silencio en el cementerio militar de Jerusalén, sólo perturbado por los sollozos de los presentes espoleados por su cólera.

La tierra ocre del camposanto de Mont Herzl, nombre del fundador del sionismo político, acaba de ser removida por una pequeña excavadora. Entre la noche del martes y la mañana del miércoles, once jóvenes militares fueron enterrados en este lugar, uno tras otro.

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A pocos pasos de la tumba del primer ministro Yitzhak Rabin, asesinado en 1995 por un extremista israelí, los compañeros de Noam Elimelekh Rottenberg, de 20 años, un brillante informático, lo sepultan.

Alertado por una serie de mensajes en WhatsApp, un millar de personas, en su mayoría sin relación de parentesco o de otro tipo con el difunto, se pone en pie. Las miradas son duras, las mandíbulas apretadas; todos erguidos, reprimiendo sus llantos.

«Noam, esta guerra será la última. No queremos vivir así. Tu sangre derramada será vengada cinco veces», promete el coronel Nissim Yitzhaki, que dirige la unidad a la que servía el soldado.

Los voluntarios, generalmente judíos ultraortodoxos, también acudieron para ayudar a los sepulteros que están desbordados debido a su gran número.

 

– «Un enemigo cobarde y cruel»-

 

Tras la agresión sorpresa de los islamistas palestinos de Hamás contra Israel el sábado por la mañana, «nos esperan días difíciles ante este enemigo cobarde y cruel», asegura el oficial ante el cuerpo sin vida del militar.

Ninguno de sus familiares describe las circunstancias de su muerte. Su dolor es visible. También se mezcla con su incomprensión ante semejante ataque, sin precedentes desde la creación del país en 1948.

«Te sienta muy mal morir, Noam», afirma el rabino Yitzhak Revah, que dirige la escuela talmúdica en Galilea (norte) donde estudiaba el joven.

Repite sus palabras martillándolas con fuerza: «Estás muerto solo porque eras judío. Porque eras judío. Esto es intolerable. Simplemente intolerable».

Otro rabino, Yitzhak Neiman, toma la palabra con un nudo en la garganta y el puño golpeando con ira en la tribuna. «La última vez que sentí esa rabia fue en la puerta de Auschwitz», recalcó mencionando el mayor campo de exterminio nazi en Polonia.

En el cielo, el rugido de un cazabombardero hace temblar a la multitud que acaba de ser informada de que, en caso de que se escuchen las sirenas de alarma por cohetes de Hamás, todos deben ponerse a cubierto o acostarse en el suelo, con las dos manos en la cabeza.

En estos momentos, las concentraciones de personas pueden ser peligrosas.

El kaddish, la oración judía por los muertos, se escucha y la multitud empieza a secar sus lágrimas.

Unos metros más adelante, la pequeña excavadora entra de nuevo en acción. Hay que cavar otros agujeros para enterrar a los muertos de Hamás. Será una noche larga.

Al menos 169 soldados israelíes murieron desde el sábado en los enfrentamientos con los combatientes de Hamás.

Por otra parte, centenas de civiles fueron asesinados en el sur de Israel por los milicianos de Hamás.

AFP